miércoles, 10 de marzo de 2010

No sé si detenerme o llover


La vida, a veces la vida suele ser una visa directa a un tanatorio vacío,
a una ventanilla indiscreta que conduce hacía la mala ortografía de las promesas;
el amor, a veces el amor es un océano de consultas,
un desaire a toda hora, un algo que no es nada, una nada que lo es todo.

La perfección, pues que puedo decir,
la perfección no existe y, sin embargo, existe;
siempre existe ese momento perfecto que te seca el llanto, y dejas de llover,
dejas de llover como si las despedidas fueran solamente una palabra, un quehacer.

Quisiera sacarle los ojos a la inconformidad,
arrancarle los dientes a la palabrería,
calcinar a los amantes modernos y deshilachar esta indeseable monotonía;
desearía enumerar los sueños y multiplicarles,
captar tus sonrisas y regresarme en el tiempo cada vez que pueda,
cada vez que me lo permitan las heridas y los sucesos.

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