jueves, 26 de julio de 2012

Proporcionalidad.


“Anda. Quítate el vestido, las flores y las trampas”.

La cantidad de besos que deseo darte es proporcional a la cantidad de veces que sonó mi alarma, luego de desvelarme pensando en ti.

Alguna vez en el anonimato de la madrugada vas a sentir a distancia una caricia abastecida de pasión, y si le adjuntamos algo de tu inocencia y un poco de mi arrogancia, podrás rozar la perfección, podré quitarme el antojo sobre tus ansias, podré tenerte y habrás ganado una de tus batallas.

La casualidad se deslizó por tu espalda, mientras que la ambigüedad recorrió tu vientre y sincronizó tus ganas por debajo de las sábanas. La casualidad se infiltró en mis manos, la noche ya no sería nada, absolutamente nada sin todas tus desventuras disfrazadas.

Te miro de reojo hermosa y titánica, atemorizada hasta la médula, nerviosa pero nunca resignada. 

Te miro con mis ojeras acostumbradas y el tedio aniquilándome la espalda, pero te sigo con mis ojos clavados en tus caderas, mientras contengo el deseo de sujetar tu cintura, mientras me abstengo de palabra, mientras me ahorro la terrible irracionalidad. Mientras lo imposible acalora la tormenta y me presiona por la pretina del pantalón constante sin vergüenza.

No quiero que te baste nada, no quiero conformismos, aquí se vuela, aquí se siente, aquí, por más efímero que sea se vive con palpitaciones aceleradas, aquí y en cada uno de mis costados se siente a cantaros. Lo intentes o no, lo precises o no, llega el instante en el que te vienes, te vienes y  luego no te quieres marchar. 

Mis ganas de ti son proporcionales a la magnificencia del ocaso. 

Mis ganas de ti son proporcionales al temblor que le generas a mis labios.

Mis ganas, mis ganas son siempre proporcionales a las humedades futuras, a los secretos ingratos, a la desesperación que me generan tus intervalos avaros.

Mis ganas, siempre mis ganas y nuevamente lo prohibido me conduce a ese rincón en el que deseo encontrarme contigo, a ese delirante instante en el que me trasnocha tu estrechez, en el que me ahogas y yo quiero que termines conmigo de una vez.

"Anda, pídeme que viole las leyes que te encarnan, que no quede intacto ni un poro en la batalla".


1 comentario:

Irene Suponte dijo...

Hola.
Hace un tiempo te leo y jamás escribí nada.
Son intereseantes tus entradas, demasiado apasionadas. Ojalá esa mujer las lea y pueda sentir esa admiración.