lunes, 10 de septiembre de 2012

Le petit mort






¿Le parece empírico si le digo que necesito invertir una de mis noches con usted?

La noche no está constelada, su aroma baila infame por mi ropa, mi olfato busca su cuello y se aloja en una curva de su espalda que me traiciona, de pronto la vida se transforma. De pronto sus labios se entreabren y la magia impera inerte. Me detengo con la negligencia del caso y me contengo, perdiendo años luz de plenitud, aferrándome a un deseo completamente insatisfecho.

La tensión me invade y para serle honesta, no sé proceder muy bien con esta destrucción de hormonas sin aliento, con esta imposibilidad de decirle lo que preciso a cada momento.

Sin tapujos, tengo las emociones desgastadas, imposibilidad de palabra, letargo en las mañanas y unas ganas de usted que me penetran en el alma.

Sus brazos expectantes, su mirada arrasadora, sus labios asfixiantes, sus caderas infalibles, sus extremidades destructibles, estaré pecando, pero en todo caso a su lado cometería cualquier crimen.

Mientras usted cruza las piernas a mí se me contrae la existencia, me convierto en un efímero impacto de humedades embusteras, en un caos terrenal que se ahoga entre mares y trincheras.

Que sencillo suena pensar que me muero por arremeter contra usted, en cualquier sitio, a la hora que nos indique el destino, que sencillo sería ajustar sobre su cuerpo una brecha para satisfacer cada una de sus insistentes insolencias.

Que fácil hacerla vibrar, que intolerables las ganas de observarla contraerse, ahogarse, sostenerse, infiltrarse en un universo paralelo abarrotado de creces.

Que sesenta y nueve veces después su cuerpo se dilate sediento, su sueño se altere incierto y caiga en el letargo mientras yo me recupero, mientras mis brazos sujetan su cintura para que se resbale su locura. Mientras que su pecho exhala mis más retóricas palabras, mis sentencias más fuertes e ilimitadas.

Es desesperante que el impacto no llegue a ser perpetuo, cuan preciso es el momento en el que usted se viene y yo le secundo la moción, mientras el cosmos le estalla desde la ingle hasta la intransigente espera, ante esas ganas incorrectas que postro sobre el deseo de una segunda faena, una segunda batalla a favor de la delincuencia que se hospeda entre sus piernas.

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