De antemano te recuerdo que no soy
disciplinada emocionalmente, que suelo sentir a infierno abierto.
Esto es una revolución de sonrisas
furtivas, un triatlón de confusiones, una mezcolanza de actividades recreativas que no recrean.
No llegaste detrás de un milagro,
llegaste detrás de una tormenta. No por eso te quiero menos, pero que
decisiones las mías más ineptas, tan poco ajustables a las realidades inscritas
y correctas.
Pobres los que viven a medias, yo me
jodo completa y estoy orgullosa de mi insalubre indecencia, de esto que me llena
y me mantiene cual atalaya, en una batalla que perdí hace tiempo mientras tus
labios irrumpían en mis actualidades maltrechas.
No tengo nada de que hablar,
necesito la paz que no he tenido jamás, necesito el silencio que me estorba
tanto, necesito todo pero al final siempre negaré cuanto necesito uno de tus
remansos.
No detengas el paso, no quiero que
lo hagas por más que lo desee, no quiero que me quieras y que al final del
cuento yo sea tu asesina. No detengas el paso, que a fin de cuentas en sitios
ajenos sé que desearás uno de mis abrazos.
Tengo un listado perpetuo de
emociones que ya no quieren saber de ti, sin embargo, te reclamo todas las
noches, te adapto a mi impulso inhumano, con tu sonrisa atropellada por los
desengaños, con tu mirada horizonte, con tus esquinas rotas, con la exquisita
amargura de tus labios.
No soporto las cuentas regresivas,
las despedidas prolongadas, las emociones efímeras, las palabras irrealmente enamoradas,
no soporto mis formas de despedirme, mis letras agonizantes, los golpes
distantes que desearás darme.
No soporto no tener una solución
optimista, pero se nos acaba la vida y no planeo morir si no es entre tus
piernas. Y me dirás masoquista, pero ese es mi problema y el tuyo es que a mi
lado cicatrizas, y es que claro, no hablamos de amor, solamente somos el mutuo
presentimiento de la sublimación.
El próximo paso es quererte más de
lo que ya te quiero, no sé si te lo he dicho, pero no le temo a tus pasos ni a
mi silencio, no le temo a ningún mortal indiscreto, simplemente no le digas a
nadie que te mueres por ser mía, yo no le diré a nadie que salivo en exceso
cada vez que recuerdo el impacto de tus dientes en mi cuello.
Es momento de
admitirnos entre caricias, esas caricias que estallan mientras aruñas mi
espalda, mientras hacemos de las millas la menor de nuestras distancias.