Soy la música, las luces, los tragos.
Soy la única bala de la ruleta rusa, la saeta, la intimidad.
Soy el exceso, el parque de diversiones, la imaginación.
Soy el secreto, el siniestro, el silencio.
Soy la ejemplificación perfecta del destiempo, con un
orgasmo a tiempo.
Soy las bragas por el suelo y la vergüenza perdiéndose por
completo.
Soy el cover y el soundtrack de la mejor historia de
destierro.
Soy la sorpresa inefable y el movimiento perfecto.
Soy la tercera guerra mundial disfrazada de mujer.
Soy mi mujer, su mujer, la mujer.
Soy la maldición generacional y el manjar de año nuevo.
Soy las copas de vino del veinticuatro de diciembre y el
desayuno del día siguiente.
Soy la pipa cargada after sex y la resolução del placer.
Soy la sangre en sus venas, el palpitar
entre sus piernas.
Soy el cóctel de bienvenida, la curita temporal para
cualquier herida.
Soy la dulce ambigüedad y el comentario fuera de lugar.
Soy la carcajada satisfecha y la caricia en las caderas.
Soy el padecimiento que se oculta y el amor en constante
fuga.
Soy el tacto, el oído y el trampolín que convierte en
seguridades sus dudas.
Soy el poemario y la taza de café.
Soy los zapatos de quien me pidió quedarme y se fue.
Soy los zapatos de quien me pidió quedarme y se fue.
Soy la fiesta insatisfecha hasta el amanecer.
Soy el camel suave que ilumina la habitación a las cuatro
menos diez.
Soy la tristeza en los ojos y la desgracia en constante
remojo.
Soy el olor a licor que brota de sus poros y el súbito
reojo.
Soy entre líneas y contra paredes.
Soy el nombre que no se dice porque se gime.
Soy la quimioterapia ante los complejos y el guión de
despedida del mejor libreto.
Soy la cómplice, la víctima, la villana, la asesina, la
niña.
Soy la amalgama de emociones y el corazón palpitante en
todos los rincones.
Soy el pasatiempo, la inanición, la desesperación.
Soy el cognac y el habano a medio terminar.
Soy las alas y la caída libre, el giro de trescientos
sesenta grados, el crimen.
Soy el nunca más y el para siempre.
Soy viernes siete días a la semana y a veces domingo, si
conviene.
Soy Oliverio, Horacio y Sade. Soy Frida, la Maga y
Avellaneda.
Soy la puta y tengo pinceladas de María Magdalena.
Soy le poemario de Benedetti en el botiquín del baño.
Soy pasajera, tan pasajera que soy eterna.
Soy efímera, tan efímera que soy inolvidable.
Soy imperfecta, tan imperfecta que soy perfecta, sin imagen
ni semejanza.
Soy lo que brota y se lamenta entre sus entrañas y sus
pestañas.
Soy sin permanencias, sin huídas, sin bienvenidas, sin
bienaventuranzas.
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