domingo, 14 de junio de 2015

The reader



¿Te acordás de la primera vez que me leíste?

Yo sí. Tenías en los labios esa saliva que brota de las conversaciones bien gesticuladas. Tenías aquel sabor a biblia en la espalda y aquel aroma a bienvenida que nos encanta, una sonrisa de café con leche y dos de azúcar. Y esas orejas tuyas, irresistiblemente gratinadas.

¿Te acordás de la primera vez que nos sentimos?

Yo sí. Tenías una melancolía disfrazada de armadura y las caderas como siempre, inoportunas. Tenías un par de versos impresionantes en el escote y tus improvisados retoques para sentirte la dueña de la noche. Yo dejaba de sentirme mía y te correspondía el derroche.

¿Te acordás de la primera vez que te escribí?

Yo sí. Hablaste de mi musa, de su fortuna, de sus ataduras. Te sentiste ofendida al pensar que le escribía a otra. Yo me hice la muda y te fingí estar afónica. Te abracé por la espalda y te llené la mesa de copas.

Tuvimos incontables problemas gravitacionales, pero si no eran tus alas eran las mías, si no eran tus dientes eran mis manos, si no era mi vulgaridad era tu insinuación, si no eras vos era yo, pero sin lugar a dudas ardían los pabellones y se enaltecían las constelaciones.

Te veías tan linda tarareándome canciones, me veía tan yo viviéndote entre artísticas pasiones.  

Nos veíamos profundamente y sin contradicciones.

La fiesta continuaba al bajar los telones.

El otro día olí tu perfume por la calle y recordé cuando te dije que cuando era feliz no podía escribir.

¡Ya sabrás por donde anda la cosa!

Olí tu perfume por la calle y llené un blog de notas con lo buena que soy perdiendo, pero también, con lo feliz que me hacía adorarte.

Últimamente me han parecido un poco más espaciosos los rincones, los libros se me caen debajo de la cama cuando me quedo dormida sentada, no suenan violines ni corazones.

Los parques están constantemente húmedos por la lluvia, pisar hojas secas y soñar parece estar sobrevalorado en esta época del año.

Sin embargo, hago lo mejor que puedo, no tengo que repetirte lo poco suicida que soy, pero hay muchos asesinos de canciones allá afuera. Estoy un poco indefensa y se me ha ido olvidando la forma en la que me decías que era eterna.

En fin, se me hace tarde. Siento la imperiosa necesidad de escaparme.

Deseo escurrirme, ignorar la escalinata y encontrarte. Pero en la pesadilla suelo atragantarme antes de llamarte, en la pesadilla sigo siendo delicadamente inalcanzable.  

2 comentarios:

Unknown dijo...

Creo que siempre que lo lea me va a provocar el mismo frenesí. Me encanta y es poco...

Los Melómanos dijo...

Amo pasar por este blog y leerte!
Abrazo