domingo, 24 de julio de 2016

A una de las musas de Woody Allen.




Sentí el luto en la espalda antes de entrar a la sala de cine, y es que cuando vos pensás en Woody pensás en cosas raras intelectualmente, tan retorcidas como vos y yo. Cuando entrás a ver a Tarantino, la sangre empieza a correr desde que comprás las entradas. Y claramente, si entrás a ver a Pedro, las brisas del desconsuelo fluyen inadvertidas.

Yo soy Julieta cuando cruza la calle, escasamente deseo que alguien me espere del otro lado, porque guapa, el precio de lo que se vive con otra persona, es demasiado alto, ya no me quedan hormonas ni neuronas para otro desastre. Es por eso que te digo, no puedo escribir.

Necesito nuevamente desbordarme, construirme, morderme, emborracharme. Yo necesito derrapar una vez al mes. Luego de eso, exploto en carne, relajo e insensatez y viene el arte. Si es que se le puede llamar arte a mi involución terrestre.

A veces siento que nos conocimos en una de esas salitas de cine clandestinas, ya sabrás vos los sitios en donde hay que meterse para ver cine de verdad, con habanos a merced y una de esas Guinness que ahora son tan vos cuando voy a cualquier bar.

Yo soy de callejones oscuros después de diez cervezas, yo soy de vestidos levantados, la de sabor a alquitrán, la de ojos rojos y voz de camaleón. La que en todos sus formatos sabe claramente que prefiere un whisky a una iglesia, la que no tiene respeto ni certeza.

Dios te quitó la tolerancia para darte esos ojos. Dios te quitó la accesibilidad para darte esos labios. Sos tan dichosa. Yo no sé quién es dios, Dios, qué sé yo. Dejé de hablar en mayúsculas la última vez que me rompieron el corazón.

Volvamos a Julieta. A veces creo estar muerta. Muchas veces, huyo inconsecuente. Pero de pronto venís vos a decirme “enfant terrible”, con tus misterios de antaño y tu talento fotográfico que desconozco, a patearme las entrañas para que escriba. Yo dejo el trago y me siento a escribirte una carta con un buen cover de fondo. Es entonces, cuando mi muerte tiene sentido.

Y tenés razón, no puedo ser tan vaga, tengo que escribir al menos una frase diaria. Tengo que arrancarle letras a lo que sea, ya luego vendrán los tiempos de verbena, ya luego vendrán las noches de seda que me envíen directo a la mierda.

Y espero impaciente por tenerte en una mesita al aire libre, tomando tanto John hasta terminar llamándole Jack, o viceversa.

Ha sido un placer encontrarte en tiempos de austeridad artística, necesitamos recuperar los escritos en los cuales se pueda reír o llorar en paz, por el momento, recuperamos a Pedro.

Gracias por los siniestros. Hasta luego. 

1 comentario:

Wílliam Venegas Segura (DW) dijo...

Me atrae su prosa. Me detengo. La interpreto. La disfruto. La pienso. La reestructuro a mí placer y siempre me encuentro con su arte.