domingo, 27 de marzo de 2016

Dolores




Viernes 24 de marzo, 2016.
2:36am.

“Escribí Tamara, escribí”

Dolores:

Te imagino sexualizando la quinta copa de vino, añorando no romper en llanto.

Yo soy tu carne de cordero, vos sos el almíbar cotidiano.

Nunca supe medir la cantidad de mi amor, por eso mis silencios te daban la mano, mas nunca la razón a tu engaño.

Dolores, las calles son muy anchas y ni siquiera tuve la oportunidad de declamarte mi ardor, candor, furor. Qué sé yo.

Nunca me sentí tan amada como ese jueves, nunca me sentí tan deseada como ese viernes. Y la luna llena, sin embargo, el sábado a las diecinueve menos doce nos hacía despedirnos de nuestro perpetuo espasmo, nuestro rinconcito en Bariloche. Nuestro reproche.

Nos amamos tanto que es mejor ponerle un broche.

Yo te dije que no, que no era suficiente con ser capaz de morir por mí.

Yo te dije que sí, que yo estaba aquí.

Te imagino fácilmente subrayando un libro con la mirada fija en absolutamente nada. Pero que nadie se dé cuenta, Dolores, es inadmisible que sepan que mi ausencia hace que te duela el cosmos de tu esencia.

Dolores, ¿quién soy sin vos cuando acaba la jornada?

Me resbalé en tu cuerpo, yo no sabía que ya yo me resbalaba por tu alma.

De esto se trata sin tu frenesí, de medio escribirle a la vida y cotizar caderas sin sentir.

Ya casi es abril, tengo una lista de libros y canciones, anoche me receté un trago al que llamo con tu nombre. Solamente para no perder la costumbre de nombrar todos mis besos y mi ambigüedad.

No me esperés en la estación, no me busqués en otra capital, no lo hagás, me dejaste sin ganas de brindar.

Dejá de juzgarme, yo hago lo que puedo, aunque sea con desgano. No te quiero de regreso, pero mis letras, regresáme, aunque estén estropeados, todos mis versos.

Ya no tengo miedo, Dolores. No necesito que vengás a encender la luz. Y cuando creo que estoy muerta, me despiertan los vestidos que levanto.

A tu salud y con destajo.

¿Quién iba a decirlo, Dolores, que no eras la manzana, eras la serpiente?

¿Quién iba a decirlo, Dolores, que yo iba a ser la daga que traspasara tus entrañas y tus vertientes?


Con todo mi amor, hasta siempre.



Tamara.