jueves, 19 de junio de 2014

Préparez vos mouchoirs.


Yo quise llenarle la casa de libros, quise leerle un par de poemas mientras ella se encargaba de trepar nuestros sueños más allá de las estrellas.

Yo pude, sin ninguna restricción, alfabetizarle las miradas y destruir cada una de las brechas que nos impedían ser arte sin tregua.

Tengo más de dos meses sin escribir, el licor de los bares no es suficiente, las frases de los libros no atraen musas ni serpientes, la música en su máximo volumen no es capaz de acallar su voz y el flirteo de la media noche se lo acredito al desamor.

Siempre quise un amor de cine independiente, un amor de esos que ni Cortázar podía explicar, un vendaval de emociones que derrocara todo tipo de gobierno donde no estuviera su bandera, una paleta de colores posada sobre un lienzo que no podría desarrollar cualquiera.

Siempre quise un aroma sublime entre mis sábanas, una mañana de primero de enero con la más dulce resaca, una lluvia de octubre que entre el nueve y el trece nos aferrara a cuatro paredes y con ganas.

Siempre quise escribir sobre su espalda pero estaba demasiado ocupada llenándola de besos, la noche estaba completa cuando yo me tropezaba con sus caderas, ella era mi Maga, y yo, al parecer, su invierno forrado de primavera.

Pero la gente no entiende que hay una diferencia muy clara entre extrañar y echar de menos. Cuando se extraña, palpitan las entrañas, cuando se echa de menos, se espera echar de más y en mi caso, echar de más me haría exageradamente mortal.

Nunca supe equilibrar la pasión desenfrenada con el amor, pero yo no era nadie para decirle que la amaba mientras me desabrochaba el pantalón y ella no era nadie para reclamar mi ausencia si me traicionaba a medida que la despojaba poco a poco de cada prenda.

Yo quise pedirle que se quedara, también quise que intentara vernos más allá de la madrugada. Quise tomarla por los brazos sin quebrarle las alas, pero ella me las quebró a mí cuando provocó que pasáramos de la risa al llanto, cuando creyó que era coherente entregarme al abandono, cuando mordió mis labios en pro al despojo.

Tengo más de dos meses sin escribir, me remito a los daños, me abstengo a los cuestionamientos, la defiendo siendo indefendible, me abstengo, me retengo y me jodo.


Tengo más de dos meses sin escribir. Preparen sus pañuelos y una que otra botella, yo me le ofrezco a partir de hoy al adiós, mientras ella se despide sin despedirse de su más bello tormento, mientras ella le finge alegría al silencio.