sábado, 30 de noviembre de 2013

Erase/Rewind



La retórica discreta.
Sus manos sujetándose de lo que sea, mientras mi espalda la suda sin clemencia.
La respuesta de esa pregunta que nadie sabe formularse.
Un vicio, una vida, unas caderas.
Un instante, una letal abstinencia.
Una maraña de sentimientos y unas cuantas trincheras.
Decenas de madrugadas interminables, bajo la luna, siempre llena.
Un “para siempre” acompañado de un “nunca más”.
Un esfuerzo abismal por no sentir nada adicional.
Es cierto, los errores se cometen mejor en la oscuridad.
No, no es cierto, verse fijamente a los ojos aumenta la terrible intensidad.
Un choque de placas, nada temporal.
Una mujer herida.
Una mujer sin Dios.
Y la mujer exquisita, con la que nunca soñó.
Vuelos suicidas equipados de eternidad.
Ambigüedades recurrentes.
Desembocaduras, valles, vertientes.
Sus labios y mis tridentes.
La satisfacción intransigente.
La desolación, el futuro se convierte.
La soledad, siempre hay alguien que no habla.
El aparentar, siempre hay alguien que habla de más.
Y se nos acaban los sueños, pero solamente para soñarnos más. 

jueves, 31 de octubre de 2013

Cold coffee in the morning.



“But dreams come slow and they go so fast

Me tomé mi primer café justo antes de las siete de la mañana, llevaba conmigo unas manos vacías y una cantidad de pensamientos macabra. De pronto te veo cambiando un poemario por una frase llena de horrores ortográficos y conformidad. De pronto te veo cambiándome por lo que sea, en cualquier lugar.

El segundo café lo acompañé con el profesionalismo que se invierte en la desolación, ya sin querer respuestas, ya sin sentir interés de quién quiere y quién no. Ya sin las emociones recurrentes,  y estoy segura de que ya no tiene nada de malo retorcerse en los años para saber que se sobrevive aunque se muera de cansancio.

He fingido todo el día, nunca tanto como vos, pero también sé amarrar la realidad en cualquier lugar para salir a bailar en contra de la soledad.

Normalmente cuando son las cinco de la mañana y la vida no camina, te recuerdo apagando el despertador con los ojos cerrados, en esas mañanas en las que vos y yo simplemente nos centrábamos en eso, en dos, y que todo lo demás se fuera al carajo. En los besos sin prisa y en mi rabieta en contra del reloj. El taxi siempre esperando y vos reteniéndome hasta el cansancio.

Hace días quiero escribirte, sin embargo, mis letras son un fantoche maquillado de pensamientos desenvueltos. Hace días quiero escribirte flaca, pero me dijeron que era cuestión de tiempo, que las palabras iban a fluir y mientras tanto yo me siento, me sirvo un whiskey y me condenso.

Los días son ambiguos, prefiero estar enojada, pero cuando cae la tarde y camino por los pasillos de este edificio, desearía que la gente viera normales mis ojos llorosos paseándose sin titubear.

Prefiero estar decepcionada, pero cuando llega el domingo, cuando la fiesta pasa, cuando la resaca ataca, yo deseo estar en la cama, en medio de salsa ranch, refresco de naranja y esa risa tuya tan sin igual.

Todavía tengo los libros de poesía en mi mesita, esos que leía hasta que te fueras quedando dormida en la madrugada, todavía tengo una lista interminable de canciones para vos, todavía quiero aprender a leer uno que otro guion, todavía tengo y el tiempo de nuevo me ahogó.

No debería hablar de esto, yo no debí permitirme flaquear, pero hay demasiada debilidad, yo soy la mejor de tus venganzas en contra de quienes te hicieron mal pagar, vos sos ese tormento que nos tira al suelo y huye al no sabernos levantar.

No debería hablarte de realidades pero aquí no se te ha dejado de extrañar y estar molesta me hace sufrir una fracción adicional.

Por el momento me despido, he aprendido a disfrutar mi mirada triste y mi ceño fruncido. He aprendido a quedarme sola y sufrirte en paz, no tengo prisa, por tu parte no te vas a decepcionar, soy la misma mujer y hasta creo que ahora valgo un poco más.


martes, 17 de septiembre de 2013

Ron doble, por favor.


"Funny you're the broken one but I'm the only one who needed saving"


A veces me pedías que escribiera, mi negativa solamente apuntaba a que contigo se me iban las palabras, la insatisfacción completa.

Mirarte dormida en las mañanas y de espalda me dejaba en deuda con la magnificencia, pero pensé que no era necesario decírtelo reiteradas veces, te juro que creí suficiente la caricia matutina y el cansancio post remanso.

Casi nunca tenía respuestas verbales, pero cómo no cambiar el gesto si te parabas de puntillas para abrazarme, pero cómo no sonreír si te paseabas por mi rostro con las yemas de tus dedos para acariciarme, cómo no querer una noche adicional si tu risa ronca me volvía loca y me hacía desear cada desvelo, cada uno de esos instantes en los que analizábamos nuestros propios movimientos.

Solamente nos estorbaba la ropa y el reloj, nos bastaba con unas cuantas risas y una conversación extensa, hablando en susurros para que no nos escucharan las gentes indiscretas, bajo una manta alumbrada por la noche y la complicidad arrabalera. Bajo la sobrecama todo sabía mejor, incluyendo nuestro intempestivo amor.

El día se nos iba a bocanadas y yo no cambiaba tu cintura arremangada por nada, el domingo pasó de ser un suicida irracional a ser celestial, necesario, infalible. Las madrugadas eran más que madrugadas y tú eras real, casi sublime.

Yo nunca supe decirte que no me cambiaba por nadie, que mi sonrisa era irremplazable y que aunque no tenía certeza absoluta de nuestro norte había aprendido a calentarte la sangre.

Casi siempre pedía ron doble para sentir que al final de la noche podría hablarte y decirte que de verdad, no me cambiaba por nadie, ahora pido ron doble solamente para encontrar el easy way y a veces igualarte. 

Yo te quería hasta en el peor de tus días, hasta en esos instantes en los que todo era una completa mierda y no quedaba más que comprender que nos habíamos condenado a querernos más de la cuenta. 

Yo te quería en todo momento, incluyendo la intransigencia de tus decisiones, por lo cual podría decir, que aún te quiero. Por lo cual podría decir que tengo algo entre garganta y pecho que lleva tu nombre, que lleva mi silencio, que lleva esta melancolía de sentirte lejos. 

martes, 27 de agosto de 2013

Medicine


Sé sufrir y cocinar.

Nunca puedo dormir antes de la media noche, la vida es un zumbido y yo estoy llena de derroches.

Nunca logro despertar después de las seis, los vuelos suicidas tienen primicias y yo casi siempre me la paso de irracional, creyendo que puedo tocar el cielo con sólo mirar.

Sé amar y leer en voz alta.

No me da miedo declamar que vivo para sentir a infierno abierto, sin embargo, los golpes ya son cientos, las letras un tormento y los recuerdos una leve sensación entre paraísos traicioneros.

Sé esperar y desesperar.

A la medida de lo posible soy la puerta de la plena libertad, puedo dar en un brindis lo que doy en un sujetar de mano, puedo dar en una noche lo que nadie ha dado en años. A eso no le llamo ser indispensable, le llamo ser inolvidable y como le ha dolido a mis romances baratos.

Sé envolver y desprender.

Cuando menos lo espero rompo en llanto. Cuando la noche es larga y he saboteado mis lágrimas entre sonrisas, cuando despierto en camas en las que no está quien quiero que esté, cuando miro unos ojos que no me generan ningún tipo de dicha fundamental. Cuando la vida viene, a avisarme que se va. 

Sé detenerme y resurgir.

Le tengo miedo a todo, sin embargo, hoy no le tengo miedo a lo que fui, porque en determinado momento mi pureza se confundió con el cemento, porque alguna pieza del rompecabezas me saturó de tormentos. Porque la vida quita pero pone y a veces cuando me pone a mí en algún lugar, la magia fluye y se siente algo adicional.

Finito o infinito, la memoria no falla en vano, falla cuando le conviene colapsar, cuando no busca poseer el recuento de un fracaso trascendental. 


lunes, 26 de agosto de 2013

Fair enough


Como si mis derroches le maltrataran la nostalgia. 

Como si mis besos se fundieran en su espalda.

Como si el cosmos colapsara infame ante el gemido errante de la madrugada.

Como si se evaporara entre mis manos, abstracta y contraída, solicitando siempre una caricia.

Como si fuera la noche y el día en el que nos ganó la cobardía.

Como si me sujetara mientras me marcho yo también.

Y me tiró a los brazos de quien fuera, para que entendiera que la incompletitud existía en cualquier rincón del planeta.

Y jugó con sus instintos para envolverse en llanto, tan escasa de heroísmo, tan envenenada entre cansancio.

Porque vivimos como penitencia una trinchera de caricias y madrugadas perdidas.

Porque aprendimos que dormir era un adicional, si era que nos permitíamos consumir la realidad, entre piel, caos y complicidad.

Porque la vida caminaba mientras nos estancábamos en contradicción, hallando de pronto el gusto del sinsabor, dándonos de forma acelerada el corazón, saboteando completamente a la desolación.

La alegría se manifestaba y sus espasmos se instalaban en nuestra jornada.

Nada que decir cuando la sobriedad no es parte de la cotidianidad. Nada que decir cuando busco carcajearme con la calle sin salida que construimos tan bien y sin flaquear.

Nada que agregar, la ambigüedad rebota en el placard, la verdad levita insatisfecha y al calendario se le ahogan las fechas.

Guardamos el más letal de los secretos, nos derretimos como relojes indiscretos.

Nos dañamos sin consentimiento, para acabar precisando lo perpetuo. Para acabar en el mismo punto insatisfecho, en el que la fragilidad pasaba del sudor a los trayectos incompletos. 


miércoles, 7 de agosto de 2013

Había una vez


No todos los cuentos inician de la misma forma.

Los instantes sobran y me esperan, bajo la luz de una luna que ya yo había visto con ella. Los envolvimientos no planeados, el “rush” del momento, la incansable ira y estos escapes que emprendo sin previo aviso al más allá, o en todo caso al más acá de mis adentros.

Soy eternamente fugaz, debiste saberlo. Debiste analizarlo antes de pedirme una noche adicional. Soy eterna y debiste detenerte justamente cuando los besos en los párpados se hicieron presentes. Soy fugaz y no tuviste el valor para expulsarme veinticuatro horas después, y yo, yo también debí repelerte, hacerlo “bien”.

No todos los cuentos empiezan con el “había una vez”, este cuento inició con tratos y juramentos incumplidos, con tus manos irrumpiendo en mis sentidos, cuando todo se hacía suave y despacio, yo era fugaz y de pronto me tenías eterna bajo unas sábanas que nos desprendían siempre del remanso,  al compás de un contrabando de emociones sacrificadas ante la madrugada y el fracaso.

No todos los cuentos empiezan con el “había una vez”, este se manifestó intransigente ante miles de dudas que se ahogaban al mirarme fijamente, mientras te acariciaba el cabello y te despojaba de las prendas del desconsuelo, de esos momentos en los que encantarte iba más allá de buscar atarme o retenerme, sofocarme.

No hay dios que nos salve, no hay reloj de arena que nos regrese a abril, no hay amnesia recurrente que se nos cuele por las venas para que la galaxia se resista. No hay fuerzas infrahumanas que nos expliquen paso a paso como huir, como decirnos “adiós, adiós, partí”.

Los cuentos no rematan con un “final feliz”, no necesariamente. Este no finaliza, únicamente busca derecha o izquierda, blanco o negro, norte o sur, este u oeste, decir o no decir, sentir o no sentir, darse la espalda o mirarse sin fingir.

Solamente queda la vergüenza incandescente que provoca desistir, porque a final de cuentas no eres tan avara, porque a final de cuentas no soy tan descifrable. Porque es mejor echarle agua a todo lo que arde y buscar culpables.

Porque queda la pena de saber que no se ha hecho más que agregar elementos adicionales, para que no queme tanto la ironía. Para que yo me despierte tranquila-intranquila, para que a ti se te acumulen las colillas.

Porque simple y sencillamente mi vida, se acaba otro día, así a como se extinguen las caricias, así a como fulminamos la risas. Así a como nos creímos inmortales inalterables abarrotadas de ambigüedad. Así a como algo se queda, hay algo inexorable, que se va. 

miércoles, 24 de julio de 2013

Mirror

Es como hablar conmigo misma, con la misma retórica y la misma  dosis de veneno entre la espalda, el pecho y el desvelo.

Es como quererme, con mis mismos arrebatos de desprendimiento y de candor, con esa insatisfacción que seguidamente se convierte en la clara purificación de la contradicción.

Es como abrazarme, rechazando el calor, añorando aunque me muestre infame ante la dosis de furor.  

Es como caminar con mis pies, buscando siempre el campo minado, siendo incrédula ante la buena intención, arrebatándole el arrebato a la tan necesaria conciliación.

Es mirarme entre baldosas flojas, convenciéndome de todo lo contrario a la estabilidad, porque el mundo así me ajustó, a ver desgracias y a tragar sin aceptar.

Es despertar conmigo misma, con la ternura recurrente, los cuestionamientos precipitados y los espasmos de épocas de un yo intransigente.

Es como discutir conmigo misma, con la guardia siempre firme, cual atalaya, cual nodriza, resguardando el no sé qué de mi no sé donde, por mi no sé cuál para mi no sé por qué.

Es como abrirle una brecha al destino, una trinchera compartida en la cuál el campo de batalla no es la salvación ni la solución, en la cuál nada es más relevante que dar el golpe más bajo y desolador.

Es también como leerme a mí misma, con atención y una inocencia casi inexplicable, como si todo se detuviera en un momento, como si el reloj no fuera más que eso, un medidor inútil de tiempo inalterable.

Es como darme la mano, sintiendo un alivio ante el cansancio, un soporte suplementario que siempre es suficiente y como cuesta sentir tranquilidad en esta contemporánea ambigüedad.

Es  como mirarme a los ojos, siempre buscando una tregua cuando ya no se da abasto entre tinieblas.

Es como entenderme, casi siempre devaluado y consecuente. Y se aceptan las culpas, se aceptan los instantes inertes.

Es como amortiguarme, sin amortiguadores ni tridentes, con la dicha desabrochable de viernes a viernes.  

Es casi tan símil como hipérbole, casi tan metáfora como prosopopeya y nadie pierde, solamente se desgasta el onomatopéyico sabor de la madrugada y su dimensión. Y nadie gana y finalmente se acaba la función.

Cuando la impertinencia se manifiesta, ella levanta las reglas tanto como yo y se desatan los actos más corruptos y sin guion, apostándole a la línea más fuerte, olvidando que a veces sonreír es justo y suficiente. 

miércoles, 5 de junio de 2013

Jaque mate.


La he visto a media luz, impactando mi mirada con esos ojos de cielo, irrumpiendo entre mis piernas como diosa y señora, como propietaria absoluta de la pretina que sostiene los espasmos recurrentes y el desvelo.

La he visto mientras me exige hacerla mía, justificando mi experiencia con el acercamiento de sus caderas, hallando las frases perfectas para que yo pierda conciencia, empapando hasta la emoción más modesta.

La he visto mantener la compostura, mientras disimula al saber que me muero de las ganas. La he visto desesperada, alejando todo acercamiento ajeno con una presencia indiscutible, como si mi vida fuera para ella la mayor de sus hazañas.

La he visto tragarse su orgullo ante uno de mis acercamientos, en esos instantes en los que no nos queda más que formar parte de un mundo embustero.

La he visto mientras planea golpes bajos en mi contra, sin embargo, también la he visto mientras se contrae para darme uno de esos besos insanos, extensos, siniestros, exquisitamente mundanos y certeros.

La he tenido frente a mí, con sus piernas cruzadas y ese encanto, combatiendo en pro de la inmortalidad, viviendo al ras de un precipicio, absorbiendo mi aroma mientras la noche nos encuentra para sanar uno de mis juicios.

La he visto volar y ha volado a mi lado, como quien no perdona la fragilidad de los sueños, como quien no le teme a mis letras ni a mi reputación, como quien me tiene en sus manos y no.

La he visto ser, la he visto sabotearse, desdoblarse, engañarse. La he visto detenerse con tal de no perder, como si tenerme resultara una mala partida de ajedrez.

He sido parte de sus lapsos de ternura y arrebato, he tenido sus manos penetrándome el cansancio y sus pupilas muriendo en medio de placer, renaciendo en contradicción, con la ambigüedad siempre a flor de piel.

Ella sabe acapararme entre cuatro paredes, sabe el punto exacto en el que pierdo el recato, seguidamente de eso, la acorralo, la necesito, la desarmo.

La he visto amenazante ante el amanecer, como si supiera claramente que tenemos que reincorporarnos sin querer.

Nos abrochamos las necesidades, nos acomodamos la rutina y salimos a la calle con una desajustable misantropía.

La disipo entre mis manos, la convierto en letras, la ajusto abstracta y complaciente, el Olimpo se confunde y mi espacio terrenal se estremece, es un jaque mate a nuestra suerte, la transparencia se desprende y formamos parte de una dimensión trascendental y consecuente. 

viernes, 24 de mayo de 2013

A quien interese:


Detrás de cada sonrisa de complicidad se encierran lapsos de maldad, sus recintos son sumamente distintos a los míos, sus espacios son desajustables, tanto como mis instintos.

¿No ha sentido el impacto de su mano sobre la mía?

No es opcional, volar no es una cuestión cuestionable, pero a base de caída libre dudo que ir más allá sea razonable.

¿No ha visto su reacción cuando quien se aproxima a su costado soy yo?

El tiempo es un reloj de arena mal acostumbrado a su postergación, a mi inútil idea de dejar fluir la tempestad y cuando todo se corrompe, yo me voy por mi lado, usted busca un remanso y la noche muere tempestuosa ante el cansancio.

¿Acaso le parece casualidad como se queman sus sábanas, como se le agudizan los sentidos, como pierde la calma, como la madrugada acaba entre gemidos?

Yo no tengo vida para cobranzas, mi tacto es la insondable muestra de añoranza.

El silencio infame se posa sobre la exaltación de mis labios acercándose a su cuello, sobre sus latidos alterados ante la sublime pasión y el agetreado desconsuelo.

Yo me estremezco, no soporto desear tanto esta contrariedad. Usted se agita y no sabe como sostener tanta ambigüedad.

¿Acaso no le parece que el arte se mezcla, que las emociones se condensan y que a contracorriente se acumula esta represa?

Al escribir una bomba nuclear siempre se espera que al final estalle un corazón. Usualmente el que estalla es el del escritor.

Se acaba esta sublime pincelada de su cintura multifuncional, se opaca temporalmente la accesibilidad y que sigan los transeúntes, todos arruinando la deliciosa confabulación, todos saboteando la intensa perturbación de su mirada estrellándose contra la mía, de su madrugada ajustándose a mis caricias.

Que sigan los transeúntes, usted y yo nos estancamos a saco y a inmoralidad.

Que sigan los transeúntes, yo por mi parte no me alimento de lo mortal.


lunes, 29 de abril de 2013

Mujer destino


Una mujer es cosa del destino y mi destino siempre desemboca en sus caderas.
Directo al cerebro, nunca al corazón.
No logro apartarme del deseo de sucumbir ante el candor.
Una mujer es destino y mi destino siempre acaba pidiéndome que le quite la ropa, que le quite el tedio, la costumbre, la contradicción.
¿Cómo se puede volar mientras la emoción tiene los pies sobre la tierra?
¿Cómo acertar si el único contra de tenerla conmigo es que no tengo ningún pro?

La vida transcurre sin la sana evolución de la pasión, la vida se estanca contrariada.

Me desentiendo completamente de ilusiones y lamentos, le tengo tanto cuidado al tiempo.

La vivo, sin buscarlo ni intuirlo. La muero, entre agitados bullicios.

Todas las drogas sobre la mesa, incluyéndola a ella.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Demais


Porque sus ojos al mirarme siempre van más allá de mis pupilas, como un encuentro místico entre la contrariedad y la indeseable rutina.

Porque mis labios censurados besan cada leve acercamiento de su aroma.

Porque mis brazos acorralados sostienen siempre un trago en vez de su cintura multifuncional.

Porque la magia fluye insana, la vida no basta y las frases me atrapan angosta ante la intimidante jornada.

Porque la brindo, la fumo, la elevo. Porque cada sorbo a su nombre invoca un nuevo ritual, una locura abstracta entre realidad y fantasía a medio terminar.

Porque no logro alcanzarla y sin embargo, no lo dejo de intentar.

Porque la muerte es avara y yo me la juego de infame ante su presencia tan letal.

Porque hay emociones que van siempre más allá de la tempestad.

Porque sonrío de más, porque lato muy fuerte, porque no sé hacia donde caminar.

Porque al verla dormida sobre mi piel, he comprendido que la inercia a veces cae bien.

Porque lo considero una acción forzada, buscar desintoxicarse de mí sin desear hacerlo.

Porque  la mañana es incolora.

Porque la tarde se desliza acostumbrada.

Porque la noche y la madrugada son una lluvia de sospechas agraviadas.

Porque la magia es demasiada pero nunca un exceso.

Porque ella va más allá de cada una de las células que presumen andar al compás de los demás.

Porque  ella no me cabe en palabras. 

Porque ella es más que prosa, más que poesía, más que eternidad.

Porque ella es la sublimación de mi realidad.

Porque ella es la utopía realizable, la mengana distante.



miércoles, 23 de enero de 2013

Pre/Post/Sentimiento.


De antemano te recuerdo que no soy disciplinada emocionalmente, que suelo sentir a infierno abierto.

Esto es una revolución de sonrisas furtivas, un triatlón de confusiones, una mezcolanza  de actividades recreativas que no recrean.

No llegaste detrás de un milagro, llegaste detrás de una tormenta. No por eso te quiero menos, pero que decisiones las mías más ineptas, tan poco ajustables a las realidades inscritas y correctas.

Pobres los que viven a medias, yo me jodo completa y estoy orgullosa de mi insalubre indecencia, de esto que me llena y me mantiene cual atalaya, en una batalla que perdí hace tiempo mientras tus labios irrumpían en mis actualidades maltrechas.

No tengo nada de que hablar, necesito la paz que no he tenido jamás, necesito el silencio que me estorba tanto, necesito todo pero al final siempre negaré cuanto necesito uno de tus remansos.

No detengas el paso, no quiero que lo hagas por más que lo desee, no quiero que me quieras y que al final del cuento yo sea tu asesina. No detengas el paso, que a fin de cuentas en sitios ajenos sé que desearás uno de mis abrazos.

Tengo un listado perpetuo de emociones que ya no quieren saber de ti, sin embargo, te reclamo todas las noches, te adapto a mi impulso inhumano, con tu sonrisa atropellada por los desengaños, con tu mirada horizonte, con tus esquinas rotas, con la exquisita amargura de tus labios.

No soporto las cuentas regresivas, las despedidas prolongadas, las emociones efímeras, las palabras irrealmente enamoradas, no soporto mis formas de despedirme, mis letras agonizantes, los golpes distantes que desearás darme.

No soporto no tener una solución optimista, pero se nos acaba la vida y no planeo morir si no es entre tus piernas. Y me dirás masoquista, pero ese es mi problema y el tuyo es que a mi lado cicatrizas, y es que claro, no hablamos de amor, solamente somos el mutuo presentimiento de la sublimación.

El próximo paso es quererte más de lo que ya te quiero, no sé si te lo he dicho, pero no le temo a tus pasos ni a mi silencio, no le temo a ningún mortal indiscreto, simplemente no le digas a nadie que te mueres por ser mía, yo no le diré a nadie que salivo en exceso cada vez que recuerdo el impacto de tus dientes en mi cuello. 

Es momento de admitirnos entre caricias, esas caricias que estallan mientras aruñas mi espalda, mientras hacemos de las millas la menor de nuestras distancias.


sábado, 5 de enero de 2013

Un blues acostumbrado




Nada tiene forma definida. La noche transcurre, me escurre. Pierdo noción del tiempo a tiempo.

Me mantengo ecuánime y asustada. A veces alerta, a veces indiscreta, a veces despreocupada y a veces, a veces simplemente me revuelca la noche mientras espero que me retuerza la mañana.

Necesito un baño de ginebra, una bestialidad de esas que me hacen distorsionar la perspectiva, ojalá mi última misantropía.

Desearía comprender la fragilidad de la afinidad, desearía raptar cada tacto, pero es tarde, todos los errores ya han sido cometidos sobre una cama de desencanto, sobre esta realidad absurda y este sentimiento tan bizarro.

Necesito un rescate que no sea a medio acabar.

Me siento como una figura literaria, como una oración con verbos en infinitivo, me siento como todo eso que sientes por mí, como todo eso que ni siquiera deberías percibir.

He agudizado todos mis sentidos, se me han helado las costillas y mis emociones se han repartido en cada uno de mis naufragios, es demasiado tarde para que vengas con tus presagios.

Es demasiado tarde y yo no tengo ni la más mínima gana de hacerme la buena entre tanto sacrilegio. Tú puedes fingir, tienes todo el derecho de sustituir emociones por presencia, a fin de cuentas ni siquiera soy la mujer perfecta, solamente la mujer que te llena de sueños e insurgencia.

No está mal si te sientes tan miserable como yo, existen fármacos genéricos, tan genéricos como mis fines de semana, tan genéricos como cuando planeas la mejor de tus miradas para pasar desapercibida, mientras te arrastran mis pupilas lejanas.

Es hora de vestirse. Es hora de marcharse. Es hora de diluirme infame. Tenemos derecho de amanecer en la cama equivocada.

Es hora de brindar. Es hora de reír a carcajadas. Es hora de gestionarse. Tenemos derecho a sentirnos a bocanadas, a ser la brevedad eterna, a ser el reloj con arena húmeda entre trincheras.