"Her beauty and the moonlight overthrew ya
Oh she tied you to a kitchen chair
She broke your throne and cut your hair
And from your lips she drew Hallelujah"
Oh she tied you to a kitchen chair
She broke your throne and cut your hair
And from your lips she drew Hallelujah"
Podés permitirme emocionarme con
esta intempestiva despedida.
Emocionarme y a destiempo por los
cráteres, por el insaciable encuentro, por tus pupilas traspasando las mías
como el acto más honesto.
Por el shock, por la emergencia,
por el tormento.
Emocionarme por esa alegría tuya que
desconocía y esta arrebatada pubertad que nos hizo dispararle a la epifanía, a
las teorías, al tabú y a la multitud expectante de habladurías.
Emocionarme porque comprobamos lo
efímeras que son las almas cuando se encienden las luces, mientras los cuerpos
se acribillan a mordiscos y se nublan al instante, a pataleadas desahuciadas.
Emocionarme por todos los pasos
que nos hicieron llegar a la desembocadura absurda de un falso padecimiento,
provocado por terceros.
Emocionarme insatisfecha por tus
pasos manifestándose ante mis silencios. Por la cobardía mutua a la hora de
protegernos.
Quisiera llorarte, emocionada y
enaltecida por saberte en vida. Por la inútil desgracia que nos concedió
nuestra propia sinfonía. Sinfonía que nos respondió absurda y desagradecida.
Emocionarme por entrar en tus
brazos, por provocar tus carcajadas matutinas. Por haber alcanzado sin noción
la conspiración humana, la belleza y el honor. Y a vista ajena, la inmundicia.
Emocionarme por la inocencia
inminente, por el susto, por todo aquello sabido y saboreado, por todas las
monedas tiradas al aire, sin suerte.
Emocionarme por tu mano que inadvertidamente se enredaba con
mis labios, por tu estrofa que se fundió salvajemente con mi prosa.
Tenés que permitirme este adiós y
este intenso hielo, no te reconozco siendo mortal y no tengo que adaptarme al fallecimiento interno.
Y si me ven con los ojos
inundados, no siento vergüenza, porque aún siendo una puta también he sido una
dama sin espuela. Porque a mí me duele y te fuiste, pero si no lo hubieras
hecho, de pronto sería yo la creadora del crimen.
Tenés que dejarme emocionarme,
brindar a tu salud, despreciarte y pasarme de tragos. Dejarme caminar por las
avenidas, escribirte quinientos borradores y extrañarte bajo los aguaceros de
cualquier capital y en cualquier noche enardecida.
Emocionarme por la decepción, pero
a la vez, agradecerle al envejecimiento prematuro. Por haberme concedido la
pureza de intentarlo muchas veces por primera vez, por acercarme desarmada a un
sitio donde sabía que iba a perder. Por darme la humildad para pedir perdón sin
culpa, por hacerme bajar la guardia. Por aprender que no me da igual que te
vayás, justo cuando pensé que no me quedaban ganas de luchar.
Emocionarme por haber sido más
amiga que mujer, más amante que infame, más a la antigua para que todo tuviera
un poco de poesía, menos contemporánea para que el vino tuviera más encanto que
los shots de madrugada.
Emocionarme porque antes de
marchar abrí mis cavidades recónditas e inconstantes, para salvarnos, para
repetirnos que todo iba a estar bien, porque a la larga lo indispensable era
simple y sencillamente adorarnos, perpetuarnos y rescatarnos del naufragio,
rescatarnos de este insondable acantilado.