jueves, 27 de diciembre de 2018

Sevilla





Todas esas son tú y no eres ninguna. Piedad Bonnett.

(Léase con un flamenco de fondo)

En Sevilla llovía como aquella tarde en la que no volví a pronunciarte, yo no era nadie, pero las paredes del aquel hotelito en Calle Daoiz 5, me refrescaron un poco la memoria, me atravesaron como flor de amapola.

Recesiones espirituales y duelos en forma de acertijos, aviones mal tomados, universos separados y ocasionalmente incomprendidos. 

Cualquier estación de tren y toda esa adrenalina que provoca no saber hacia dónde correr. Todo eso era yo, pero yo no era nadie.

Yo era un manojo de poemas inconclusos y sin una jacket impermeable. Vos fuiste cada esquina, en medio de un aquelarre.

Las guitarras sonaban por todas partes, las gitanas fingían estar expectantes y yo bañada en tormenta, en Oloroso de Jerez. En esas ganas de volverte a ver.

Después de vos, Sevilla, cortándome la voz. Pidiéndome decir su nombre a gemidos y con la latina convicción que le provocaba espasmos. Yo era un atragantado jaleo indecente. Yo era su milagro.
   
Sevilla no dudó en hacérmelo bien, tanto, que no puedo volver. Me sentí tan cerca de Bécquer, tan próxima a esas callecitas por donde no pasan los coches, tan tuya y del mar, que no hacía otra cosa que no fuera palpitar.

Estuve tan viva, que quise morirme antes de acabar.

Y es que es en serio, las guitarras sonaban por todas partes, las Setas de Sevilla se afincaban sobre mí. Pero yo, yo estaba tan lejos de sentir, tan cerca de hincarme y rezar, para que Sevilla fuera vos o para que vos fueras mía una vez más.  


martes, 21 de agosto de 2018

Acuario


21-08-2018
20:22


Acuario:

¿Te acordás cuando en los programas de radio Libra le dejaba mensajes a Acuario y viceversa?
Pues eso, Libra llamaba a la emisora y decía algo así como:

-“Acuario, no sé si estás en sintonía, solamente quería decirte que te extraño.”

A veces Libra esperaba respuesta por días, pero cuando Acuario aparecía, le volvía el alma al cuerpo. Y viceversa.

Quise escribirte a mano, porque vos y yo, somos lo más a la antigua que conozco, pero ya has visto lo capitalizada y candelarizada que se encuentra mi existencia, de igual forma, deslizo mis dedos sobre este teclado, a como los deslizaría si pudiera abrazarte.

He escuchado la canción que me enviaste aproximadamente unas veinte veces, sigo sin entender la letra, pero recuerdo tu voz ronca traduciendo absolutamente todo y se me forra el alma de ternura.

Me tenés sumamente conmovida, no entiendo qué sucede, pero encendiste unas cuantas luces, ahuyentaste a un par de fantasmas, leíste para mí, me acompañaste a dormir y fuiste transparente como el agua de manantial ¿Cómo querés que olvide este huracán?

Parece ser muy oscuro, pero cuando desaparezco todo y te imagino en nuestro rincón, la magia es arte, porque la magia sos vos.

Estoy asustada, me juré a mí misma que nada me podía doler, pero hasta la más fiel melodía sabe perforar la piel. Y no es culpa de nadie, es parte de la irracionalidad humana, de esa gravedad que no podemos descolgar de la ventana.

Y no Acuario, yo no beso así a cualquiera.

                                                                                                                                                                            Libra.

martes, 14 de agosto de 2018

Adéu


Un piano se escucha a lo lejos, no sé si son tus pupilas danzando o mi quiero, tocando la puerta.

La noche está abarrotada de ternura y yo, yo me he contenido de decirme a mí misma, que los límites están aquí en la tierra, que allá en mi planeta, no soy una mujer de la vida alegre, solamente soy la niña que aprendió a volar. Y si fuera puta ¿A ustedes qué más les da?

Pienso constantemente en la distancia, en los aeropuertos que gritan los nombres de las ciudades donde me podría instalar.

Pienso constantemente en mi hogar, en los naranjos japoneses que pondría en la puerta, en los cuadros, el mural de tarjetas postales y las sábanas blancas. En los libros, el olor y en mis ojos caídos, pidiéndome perdón, casi siempre a las tres de la mañana, sin contemplación.

Un vendaval se aproxima ¿No lo escuchás? Son los jinetes del apocalipsis, obligándome a evolucionar, porque se viene lo inevitable y no he hecho el brindis final, no he dejado de reprocharme la parsimonia de mi despedida astral, quise tirar las puertas y escupir el asfalto. A cambio de eso, lloré sosteniendo mi planta y mi litro de licor. Así es el amor.

Esto es una subasta, tengo para ofrecer unos ciento cincuenta escritos y una piel con retazos blancuzcos,  gritos silenciosos y lágrimas de emoción. Tengo un catálogo de futuras arrugas y un diccionario de palabras que me invento cuando no tengo con quien hablar. También presumo de ser propietaria de un Océano Pacífico de dudas y monólogos alcoholizados que siempre dirán que el amor es otra cosa, porque vamos, el amor es en definitiva, otra cosa.

La vida es esto, pero el amor tiene un corazón de balanza que tiembla de temor, se hace pequeñito y agradece la intención. El amor no sabe para dónde voy, pero me frota la espalda y me dice suavecito, no pasa nada tonta, voy con vos.

-Pasajeros del vuelo IBE5050, con destino a la ciudad de los petons, por favor, tengan sus documentos en mano, dentro de poco les llamaremos para abordar.

Se escucha un arrabel de fondo, no sé si es mi destino final o mis manos encendiéndose una vez más, pero suena a tentación, suena a la salvaje espera de mi constelación. El bullicio se emancipó, no pasa nada tonta, voy con vos.


domingo, 13 de mayo de 2018

Blue-s Monday





Ojalá todo fuera tan urgente como para detener mi acelerada escalinata, y pedirte que seas mi galleta de la suerte. 

Quisiera que mañana por la mañana, besés la comisura de la dramática persecución de nuestras almas, porque no descanso desde aquella tarde que dejaste de darme infancia.

Ya sé que muchas veces dije poder dibujarle metáforas a tus pestañas, en las buenas y en las malas. Pero la mancha del mantel, ahora es tan grande, que decido ponerle a esto, nombres médicos y no títulos impronunciables. Impronunciables como tu apellido de cincel, como la tarde en la que no te volví a ver.

Este tipo de ausencias interminables, carcomen el espasmo ocasionado por el arte, como si la literatura tuviera la culpa de nuestra desgracia, como si yo tuviera la culpa por estar inhabilitada, casi enrollada, y con unas ganas arrastradas de jadear tu nombre por las madrugadas.

Mi madre dice que soy imposible, empiezo a creer que la ermitaña sensación de tu partida es eso, una serie de imposibilidades numeradas, clasificadas por color y por género musical, cada una con un sello de pasaporte, porque ahora mi hogar está lejos de aquí, porque mi guarida no es tu calle sin salida. Porque ya no quiero huir, simplemente me quiero ir.

La bravura que se encierra en el desenlace, trae siempre consigo una soledad acompañada, casi ilícita, pero ahora, los brindis con whisky me recuerdan que soy efímera y que no soy de nadie, soy de algo, indescifrable algo.

En el sótano queda mi silencio carmesí, todos los demonios que no tienen derecho a revivir y ese nombre que no puedo siquiera decir en voz alta, porque me desangra.

No te distraigás, el amor no suele perdonar estas barricadas y yo ya no tengo edad para consentir desolaciones abrumadas, ya veremos que repara la mañana, permití que deje de soñarte, estoy cansada.

Hasta entonces.
Tamara.

sábado, 6 de enero de 2018

Circunstancial



Sus musas nunca dejaron de ser sus diosas, les colocaba un nombre distinto, las inmortalizaba, noche a noche las arrinconaba contra una pared, y les daba lo que merecían, porque lo que merecían no era solamente placer.

Procesaba a diario la buena ortografía como entremés, sabía la cantidad de tragos exacta, arrollaba un porro y prendía en fuego la noche, la convertía en un poemario de Whitman y en una canción como Derroche. Se sabía el juego de memoria, le gustaba perder, nada que sus brindis no pudieran resolver.

Cuando las letras estaban por agotarse se sentía asaltada, miraba de reojo a cualquiera y por media mañana, sus ataques de pánico la acorralaban, no sabía si quedarse, no sabía si irse, muchas veces solamente sabía venirse, cegada por el arte, ahorcada por el desastre.

Recomenzó una cantidad de veces descomunal y recordaba a su profesora de historia, cuando la comparaba con un fénix, pero la realidad de cada comienzo, siempre venía acompañada de una nostalgia incalculable, de la módica suma de trillones de desencuentros emocionales.

Su nobleza y su extraña maldad, muchas veces fue sexo, muchas veces, sin querer queriendo fue verdad, pero otras tantas fue mártir de su aparentar, de sus silencios decisivos y su costumbre de escapar, pero escribía, se lograba desdoblar, cóncavo, convexo, circunstancial.

Lo que le queda, lo tiene en esas manos, que si algo saben hacer es redactar y acariciar. Lo que la mantiene es ese caos, esos deseos incansables de migrar, y la torpeza que se niega a abandonar.

Y si te la encontrás por la noche, no la dejés adentrarse, te va a ofrecer un trago y se lo vas a aceptar, vas a querer ser papel y te vas a arrepentir diez minutos después. No la dejés ingresar, porque aunque se vaya a marchar. Vas a querer que te lea, una y otra vez, y otra vez hasta acabar.

Podés ignorarla, podés fingir que no existe o no está, también podés optar por sentirte viva una vez más.