sábado, 19 de septiembre de 2015

My apologies



"Agarra una buena máquina de escribir 
y mientras los pasos van y vienen más allá de tu ventana 
dale duro a esa cosa, 
dale duro."
Charles Bukowski


Justamente cuando acabó la función, sin protocolo y sin dominio, descubrí que mi alma estaba hecha un orificio, caminé dos pasos y quise regresarme diez, a iniciar de nuevo la puesta en escena.

Regresarme con la humildad que implica evolucionar. Regresarme y darle una trompada al cigarrillo de las ocho y quince de la mañana, al excesivo parafrasear.

No quería quedarme sin los aplausos y el artificio de un segundo de gloria, para acallar al lúcido sacrificio, al triunfo de la pena. Pero que coma mierda la victoria. Conseguirla me ha dejado en coma.
 
Lo dejé así, me fui, tiré todas las puertas y me retiré a olvidarme de mí.

Hacía frío en el andén.

Pronto es octubre y este clima de diciembre a nadie le hace bien.

Los celajes con su ateo candor, la guirnaldas y ese exceso de color, el prematuro villancico de fondo, aunque yo siempre prefiera un bandoneón.

Las manos a menos tres grados, la travesía absurda de una masa gris acelerada y un corazón tan antiguo como los poemas en servilletas, tan in/significante como cada martes de faldas y desaires.

Mesa para uno, vino para diez. Aquel libro que nunca acabaré. Y esa cancioncilla en francés.

No deberías probarme, estoy amarga. Ustedeo cómodamente y en voz alta.

Rechacé la cómoda y adolescente afición de reír a carcajadas para que parezca que todo macha gustosamente bien. La vi a los ojos y al hablarme de mis goteras, supo que yo llevaba las goteras en los ojos.

¡Vaya despojo!

Sin embargo, me pidió que le escribiera, y aquí me tiene, ella, relatándole mi última caída, mientras me siente verdaderamente incolora. Mientras se queda sabiendo que aquí hay pérdida total, que no hay reparación que me logre armar.

Ella se queda porque sabe que estoy más viva de la cuenta.

Se queda, porque sabe que a la brevedad, con mis demonios en la espalda, vamos a brindar. Le repito que a la magia a veces un precipicio le cae bien, que se ve guapa, que me disculpe por no saber ser.

Que mañana será un nuevo día y que yo como siempre, no sabré qué hacer.

Tres besos en la frente, mi sentido del olfato y todo mi pícaro desdén. 

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