lunes, 28 de septiembre de 2015

¡Su orden está lista!


-    ¡La orden 69! ¡la orden 69 está lista!

Por supuesto, era la mía. Y yo con la mínima noción hice mofa de la situación.

Tomé mi comida. Me fui. Acababa de vivir la historia de mi vida, a veces soy un sesenta y nueve, otras veces, y a placer, un acordeón. Para evitar el cuestionamiento, me funciona mi aire inocentón, ese aire que se me quedó en cualquier colchón, en ese puto colchón que me quebró la espalda y me deshidrató.

Si me enamoro, al parecer también se me inunda el cerebro y no me reconozco en ningún rincón, sólo sobre las delicadas y atormentadas caderas de mi actual baja pasión.

Leí a Bukowski todo el día, sentí prieta la herida y húmeda la avería.

Quise volver, quise desalentarme lo suficiente como para disfrutar el sexo de reconciliación.

Quise todo el placer posible contra el ventanal de un rascacielos. Pero me encendí un cigarro. No hay nada con lo que quiera lidiar. No estoy inspirada, no busco musa ni dignidad.

A veces soy un sesenta y nueve, a veces soy un violín suicida y sin sazón.

Nunca me han gustado las medidas mientras cocino, lo que mi ojo diga, eso está bien. Nunca me han gustado las palabras en el amor, las conversaciones se vuelven demasiado curiosas y embusteras, yo prefiero besos y notitas en la nevera. Yo prefiero mis manos sobre su cuerpo de litera.

A veces soy un sesenta y nueve, a veces consumo analgésicos con cerveza.  Pero a veces, también, la amo la noche entera.  Nada que merezca.

El silencio es demasiado y los revolcones me dejan indispuesta. Creo que ya no tengo edad para sentimentalismos pero tampoco para hacerme la pendeja.

-        -   ¿La orden 69 es suya primor?

-        -    ¿Primor? 

Tomé mi comida, seguí divagando, pedí salsa media y guaro de contrabando. Llovía, llovía demasiado, yo sin voz y sin espasmos. Yo al borde de lo insano. Pidiendo a gritos que se apropiara de mí con su indiferencia de mierda y su delicia de antebrazos.

Mi orden estaba lista y la de ella también, puede consumirme de cualquier forma, puede inhalarme si le viene en gana y tragarme si le viene bien, puede retenerme en su lengua hasta que me diluya. Puede hacerme su tertulia y su polvo apresurado a las ocho menos treinta y seis.

A veces soy un sesenta y nueve, pero a veces, solamente a veces, ella también quiere volver. 

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