viernes, 5 de noviembre de 2010

De adentro hacia afuera...


Las madrugadas respiran algo muy similar a la esperanza,
ya no siento tanto miedo al dormir,
he dejado de sentir que duermo sola,
aunque normalmente me sigo aferrando a una almohada llena de recuerdos, de inconformidades y contratiempos.

Las madrugadas tenían un aroma a infelicidad acumulada,
a traumas de infancia, a culpa y a un miedo terrible a la soledad.
Siguen teniendo ese aroma, únicamente que en la actualidad,
también huelen a futuro y también sin duda alguna portan
ese no sé que, ese no sé donde, ese no sé cuándo,
que me emociona, me instala cual Atalaya y me
indica que la madrugada funciona cuando caduca el alma.

Duermo poco, pero ahora duermo bien, ya no tengo tantas pesadillas,
ya no despierto con el mal sabor de no entender lo que sucede,
cuando ya no existe capacidad de sostener, de suponer,
de justificar y cuestionar. Ya no existe esa manía absurda de reconquistar.

Últimamente, me aferro a mis libros subrayados,
al jazz de media noche, a las pasiones acumuladas,
a las fantasías sin cumplir,
a la desesperación hermosa que se posa sobre las novedades y el blues,
a Benedetti a flor de piel y a mi llanto en cada frase,
en cada letra posada sobre el papel.

Deseo unos labios que parecen ser inalcanzables por las tardes,
pero jamás utópicos, deseo unas piernas accesibles e insaciables,
deseo una voz penetrante y sin fronteras,
un alma libre, un tesoro descifrable,
siendo amante a la antigua, le deseo incansablemente sin idealizarle.


.
Fotografía: Carolina Jiménez.

1 comentario:

Alfonso Rodulfo dijo...

Este me gustó mucho, buena pluma amiguita! te mando un gran abrazo y un saludo desde Venezuela. me dedico a escribir cuentos, son un poquito mas largos, pero me gustaria invitarte a leerlos.

http://wwwbreverdades.blogspot.com

bye ;)