Sentí el luto en la espalda antes
de entrar a la sala de cine, y es que cuando vos pensás en Woody pensás en
cosas raras intelectualmente, tan retorcidas como vos y yo. Cuando entrás a ver
a Tarantino, la sangre empieza a correr desde que comprás las entradas. Y
claramente, si entrás a ver a Pedro, las brisas del desconsuelo fluyen
inadvertidas.
Yo soy Julieta cuando cruza la
calle, escasamente deseo que alguien me espere del otro lado, porque guapa, el
precio de lo que se vive con otra persona, es demasiado alto, ya no me quedan hormonas
ni neuronas para otro desastre. Es por eso que te digo, no puedo escribir.
Necesito nuevamente desbordarme,
construirme, morderme, emborracharme. Yo necesito derrapar una vez al mes.
Luego de eso, exploto en carne, relajo e insensatez y viene el arte. Si es que
se le puede llamar arte a mi involución terrestre.
A veces siento que nos conocimos
en una de esas salitas de cine clandestinas, ya sabrás vos los sitios en donde
hay que meterse para ver cine de verdad, con habanos a merced y una de esas Guinness
que ahora son tan vos cuando voy a cualquier bar.
Yo soy de callejones oscuros después de diez cervezas, yo soy
de vestidos levantados, la de sabor a alquitrán, la de ojos rojos y voz de camaleón.
La que en todos sus formatos sabe claramente que prefiere un whisky a una
iglesia, la que no tiene respeto ni certeza.
Dios te quitó la tolerancia para darte esos ojos. Dios te
quitó la accesibilidad para darte esos labios. Sos tan dichosa. Yo no sé quién
es dios, Dios, qué sé yo. Dejé de hablar en mayúsculas la última vez que me
rompieron el corazón.
Volvamos a Julieta. A veces creo estar muerta. Muchas veces,
huyo inconsecuente. Pero de pronto venís vos a decirme “enfant terrible”, con
tus misterios de antaño y tu talento fotográfico que desconozco, a patearme las
entrañas para que escriba. Yo dejo el trago y me siento a escribirte una carta
con un buen cover de fondo. Es entonces, cuando mi muerte tiene sentido.
Y tenés razón, no puedo ser tan vaga, tengo que escribir al
menos una frase diaria. Tengo que arrancarle letras a lo que sea, ya luego
vendrán los tiempos de verbena, ya luego vendrán las noches de seda que me envíen
directo a la mierda.
Y espero impaciente por tenerte en una mesita al aire libre,
tomando tanto John hasta terminar llamándole Jack, o viceversa.
Ha sido un placer encontrarte en tiempos de austeridad
artística, necesitamos recuperar los escritos en los cuales se pueda reír o
llorar en paz, por el momento, recuperamos a Pedro.
Gracias por los siniestros. Hasta luego.
1 comentario:
Me atrae su prosa. Me detengo. La interpreto. La disfruto. La pienso. La reestructuro a mí placer y siempre me encuentro con su arte.
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