Parte III
Nunca voy a ser la que cante “es un buen tipo mi viejo…”
Con las palabras se me fue el pigmento, perdí a mi primer
amigo aproximadamente a los ocho años, y al menos dos veces al año, se me pasan
por la cabeza, todos esos episodios borrosos, esa infancia con dolores
auditivos y comparaciones sin certeza.
Mi primer amigo, me enseñó a cruzar el pasamanos y a
encestar, sin importar que tan altos estuvieran los aros de mi realidad. Me
enseñó la cantidad de perfume perfecto que debo usar y en alguna recaída, a
remojar el habano en coñac.
También me enseñó que la vida de juego no es juego y que
hasta el amor más sincero puede ser carnicero.
Dicen que caminamos igual, pero, somos caminos diferentes. Y
yo le deseo la suerte, la que casi nunca merece.
Nunca le había pensando con resignación, pero acabo de
llegar a una edad en la que es demasiado difícil soñar.
Olvidé mi apellido y perfeccioné su andar, me tomo mis
tragos sin traicionar y camino sin culpas por cualquier ciudad.
Soy un instante, un desprendimiento emocional constante,
pero sé mantener las copas servidas y he ido conociendo el secreto para
recuperarme.
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