domingo, 13 de mayo de 2018

Blue-s Monday





Ojalá todo fuera tan urgente como para detener mi acelerada escalinata, y pedirte que seas mi galleta de la suerte. 

Quisiera que mañana por la mañana, besés la comisura de la dramática persecución de nuestras almas, porque no descanso desde aquella tarde que dejaste de darme infancia.

Ya sé que muchas veces dije poder dibujarle metáforas a tus pestañas, en las buenas y en las malas. Pero la mancha del mantel, ahora es tan grande, que decido ponerle a esto, nombres médicos y no títulos impronunciables. Impronunciables como tu apellido de cincel, como la tarde en la que no te volví a ver.

Este tipo de ausencias interminables, carcomen el espasmo ocasionado por el arte, como si la literatura tuviera la culpa de nuestra desgracia, como si yo tuviera la culpa por estar inhabilitada, casi enrollada, y con unas ganas arrastradas de jadear tu nombre por las madrugadas.

Mi madre dice que soy imposible, empiezo a creer que la ermitaña sensación de tu partida es eso, una serie de imposibilidades numeradas, clasificadas por color y por género musical, cada una con un sello de pasaporte, porque ahora mi hogar está lejos de aquí, porque mi guarida no es tu calle sin salida. Porque ya no quiero huir, simplemente me quiero ir.

La bravura que se encierra en el desenlace, trae siempre consigo una soledad acompañada, casi ilícita, pero ahora, los brindis con whisky me recuerdan que soy efímera y que no soy de nadie, soy de algo, indescifrable algo.

En el sótano queda mi silencio carmesí, todos los demonios que no tienen derecho a revivir y ese nombre que no puedo siquiera decir en voz alta, porque me desangra.

No te distraigás, el amor no suele perdonar estas barricadas y yo ya no tengo edad para consentir desolaciones abrumadas, ya veremos que repara la mañana, permití que deje de soñarte, estoy cansada.

Hasta entonces.
Tamara.

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