domingo, 1 de abril de 2012

La mujer que me gusta


La mujer que me gusta es en realidad un conjunto de mujeres, se divide entre la pureza y la osadía, entre la felicidad y la melancolía, la mujer que me gusta es mi más terrible angustia.

Ella es libre, sin embargo, es terriblemente prohibida y cuando bebe olvida tener un corazón, cuando el alcohol corre por sus venas no logra canalizar que mi soledad es dolor, que su soledad es desesperación y nuevamente la válvula de escape estalla entre pasión.

La mujer que me gusta tiene una sonrisa amplia, a como amplia es su desgracia, tiene más madrugadas que distancias, pero a mí me gusta sentir que sueña, que vuela, que no se estanca, porque muy en el fondo ella es la mujer de mi vida, muy en el fondo yo soy su presente y me albergo en mi dichoso “Carpe Diem” y que se jodan los pronósticos, hoy la quiero abrazar, hoy la quiero sentir y que se enamore un poco más de mi ambigüedad.

La mujer que me gusta no creo que sepa mucho de literatura, pero su cintura es poesía, de la pura. Sus caderas me atrapan al deslizarse en la barra de un bar, mientras nos bebemos un “shot” altruista y brabucón, mientras sus ojos se clavan en mi generando una que otra sensación.
La mujer que me gusta tiene un paso lento pero sensual, de esos pasos que roban la respiración, de esos pasos que desnudan verdades, de esos pasos, de esos pasos que nunca me conducen al cansancio.

La mujer que me gusta se abraza a mi cuello añorando conservar mi olor, pero mi olor es suyo aunque yo solamente agradezca sus halagos, aunque yo no sepa decirle que me muero a diario por sus labios.


La mujer que me gusta, no me gusta todo el tiempo, a veces me hace enojar y a veces la deseo sin esfuerzos. La mujer que me gusta no tiene nombre ni apellido, no tiene aficiones ni código postal, porque la mujer que me gusta es mi incógnita, es el ahorro de intriga para los demás. La mujer que me gusta solamente es eterna, hermosa y sensual, le guste a quien le guste siempre tengo la capacidad para ocultar su identidad.

La mujer que me gusta me hace pensarla sin cesar y con eso me basta para conspirar con el universo y contemplar su grandeza minimizada, sus ansias de vibrar.

Dejará de gustarme muy probablemente a la brevedad, pero por el momento es mi musa y esto es algo que debo celebrar. Por el momento me gusta llamarla eternidad, cuando sea efímera besaré su frente y le recordaré que poco a poco la vida se gasta, que bailaré con ella en noches atascadas y que en mis adentros, ella es la dueña de este escrito, la dueña de mi cama, de mi espacio y de mi alma, mientras acaba la faena, mientras nos atrapa la mañana.
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