Quisiera de vez en cuando
sujetarle la mano y caminar a su lado, por esos sitios oscuros que de vez en
cuando nos han resguardado.
A la vez, con un tono muy bajo y
en su oído, quisiera decirle que he notado que de vez en cuando le robo un
suspiro, una de esas bocanadas de complicidad que se tropiezan contra la
realidad, siempre contra la infinita tempestad.
Muchas veces me he detenido
frente a usted pretendiendo que mi mirada le diga más de todo eso que
experimentamos sin balbucear, que mis labios no sientan la imperiosa necesidad
de abrirse mas que para darle un beso, esos que me saboreo en la entrada de
este invierno.
¿Será usted capaz de guardar el
secreto de nuestro encuentro? ¿Será usted capaz de regresar a su vida luego de
saborear mi eternidad?, sea lo que sea, no sé si dejarlo pasar, no sé si
atraparla entre mis brazos por senderos de irregularidad, no sé si quedarme con
sus miedos y transformarlos en algo similar a la dichosa ambigüedad, no sé,
pero este déficit de instantes me tornilla el cerebro a como la mañana se
inserta en sus silencios, a como mis manos sienten constantemente su espalda en
lapsos de ensueño.
Sus encuentros conmigo son tan
efímeros, tan indiscretos, siempre a solas y con transeúntes atentos a que
caigan nuestras cadenas y nos entreguemos al descaro, a que caiga nuestro
orgullo y nos quitemos los quebrantos, para entender que a veces lo
inexplicable finiquita el cansancio.
¿Por qué no viene y jugamos
nuevamente a no enterarnos? ¿Por qué no se empeña mejor en demoler mis excusas
de antemano y nos perdemos por puro arrebato? ¿Por qué no pierde el control de
la situación y me ayuda a perderlo, para que de esa forma nos dejemos de
moralidades y le demostremos a los mortales que la pasión siempre se acompaña
de arte?.
¿Por qúe?
Dígame… ¿Por qué mejor no nos
olvidamos de la gravedad y nos resguardamos en el cielo un rato? ¿Por qué mejor
no nos rasgamos el pasado y jugamos a que la palabra “consecuencia” ha
caducado?.
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