¿Le parece empírico si le digo que
necesito invertir una de mis noches con usted?
La noche no está constelada, su
aroma baila infame por mi ropa, mi olfato busca su cuello y se aloja en una
curva de su espalda que me traiciona, de pronto la vida se transforma. De
pronto sus labios se entreabren y la magia impera inerte. Me detengo con la
negligencia del caso y me contengo, perdiendo años luz de plenitud, aferrándome
a un deseo completamente insatisfecho.
La tensión me invade y para serle
honesta, no sé proceder muy bien con esta destrucción de hormonas sin aliento,
con esta imposibilidad de decirle lo que preciso a cada momento.
Sin tapujos, tengo las emociones
desgastadas, imposibilidad de palabra, letargo en las mañanas y
unas ganas de usted que me penetran en el alma.
Sus brazos expectantes, su mirada
arrasadora, sus labios asfixiantes, sus caderas infalibles, sus extremidades
destructibles, estaré pecando, pero en todo caso a su lado cometería cualquier
crimen.
Mientras usted cruza las piernas a mí
se me contrae la existencia, me convierto en un efímero impacto de humedades embusteras,
en un caos terrenal que se ahoga entre mares y trincheras.
Que sencillo suena pensar que me
muero por arremeter contra usted, en cualquier sitio, a la hora que nos indique
el destino, que sencillo sería ajustar sobre su cuerpo una brecha para satisfacer
cada una de sus insistentes insolencias.
Que fácil hacerla vibrar, que
intolerables las ganas de observarla contraerse, ahogarse, sostenerse,
infiltrarse en un universo paralelo abarrotado de creces.
Que sesenta y nueve veces después su
cuerpo se dilate sediento, su sueño se altere incierto y caiga en el letargo
mientras yo me recupero, mientras mis brazos sujetan su cintura para que se
resbale su locura. Mientras que su pecho exhala mis más retóricas palabras, mis
sentencias más fuertes e ilimitadas.
Es desesperante que el impacto no
llegue a ser perpetuo, cuan preciso es el momento en el que usted se viene y yo
le secundo la moción, mientras el cosmos le estalla desde la ingle hasta la intransigente
espera, ante esas ganas incorrectas que postro sobre el deseo de una segunda faena,
una segunda batalla a favor de la delincuencia que se hospeda entre sus piernas.
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