Antes de que usted llegara a mi vida yo ya
estaba jodida, tanto que me dediqué a convertir sus caderas en mi redención. Tanto
que me quedaron cortas las noches y me atreví a esperar a su lado la luz del
sol.
Antes de saber que usted era mi sitio en el
infierno y mi rincón tardío en el paraíso, podría jurar que ya estaba rota,
podría jurar que nada me aceleraba tanto la insatisfacción, sin embargo, usted
de pronto en medio del bullicio me sonrió.
Yo ya me moría y usted jugó a resucitarme. Eso,
vida mía, me resulta imperdonable.
Antes de demostrarle que mi miedo era un lote
baldío preferí recoger los escombros, y de verdad intenté no colapsar cuando
nos fuimos dando cuenta de que a diario nos queríamos más, yo le juro, de
verdad, que no quise nunca que se alejara, porque teniéndonos a milímetros,
llegue a sentir que nos merecíamos más de cerca. Sin embargo, mi silencio,
embustero y recatado, nos envió a la mierda.
Antes de que intentara exteriorizar como acto
desesperado, quise decirle que yo era suya, que lo sigo siendo. Que esta mujer
de estrepitosos defectos, esos que usted recuerda sin esfuerzos, tiene más
fuerza en los brazos que la fuerza que tienen sus demonios para exaltarla en
las madrugadas, porque a usted no le falta mi abrazo a lo largo de la jornada.
Por mi parte, para no sentir, prefería
ignorarme. Para no flaquear, mantuve el ceño fruncido y nos jodimos, porque
resultó que mi seriedad se convirtió en uno de mis atractivos. Para no
flaquear, usted se dedicó a rebuscar en mi pantalón y le salió bastante mal,
porque a la larga, entre tanta palpitación descubrió un corazón.
Yo no sé cómo explicárselo, pero cuando son sus
manos, me saboreo satisfecha. Yo no sé cómo describirlo, pero cuando usted es
la noche, yo simplemente no quiero que acabe la fiesta. Yo no sé cómo
dibujarlo, pero cuando es su mirada, no me atrevo a pensar en fronteras. Yo no
sé cómo escribirlo, pero cuando es su abrigo, mi soledad es solamente un
recinto.
No pienso darle largas al asunto, siempre he
sido de pocas palabras y dudo que eso sea astuto, siempre me he aferrado a lo
insulso, soy tan insana y complicada que nada me afloja las entrañas. Pero tengo
un impulso desmedido por extrañarla, por desmaterializar las madrugadas para
que usted se transporte a mi cama y yo abra los ojos al ver la aurora boreal
sobre su espalda.
No pienso correr a sus brazos aunque sienta la
imperiosa necesidad, tampoco le quiero proponer eternidad. Pero al menos puedo
escribirle que sin usted la noche dura un poco más, que sin usted bajo la
sobrecama nada sabe igual.
Y qué más da, todo siempre termina igual. A mí
no me gusta la sensación que deja esta cobardía, a mí me disgusta la tiranía, a
mí me duele y de ninguna forma me alivia. A mí me falta y los ojos se me
inundan al no tener las palabras para decirle que la quiero, para decirle que pese
a mi silencio no quiero dejarla que se vaya. Pero siga su camino, usted nos
hizo la felicidad amarga, yo me quedé callada y ahora se me desgarra la
garganta.
2 comentarios:
Hacía muchísimo que no pasaba por tu blog, y como siempre...perfecto.
Qué bonito pero a la vez que triste lo que escribió.
Cambié de blog: http://lossecretosdemisonrisa.blogspot.com.es/
¡¡Un saludo!!
Muchas gracias hermosa. Visitaré el tuyo. Un abrazo.
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