Era sábado, la muerte tiene dos partes.
No gané de noche, no gané de día.
Pero fue mía por las mañanas y a media tarde.
Y en las madrugadas, yo fui de ella, admito que le permitía con
recelo, resguardarme.
Fue mía la desgracia adjudicada
como atragante.
Vaciladora utopía realizable.
No, no me apetece, pero fue un
encuentro de deidades.
Me corto las manos en el after de
escribirle al desastre.
Me corto los cortometrajes que se
pasean turbulentos y aspirantes.
Me desmembró en mi cama y le tengo miedo.
Me encendió la luz y me la apagó justo cuando
empezaba a entender el trayecto.
La altanería es una barbaridad,
las calles de diferencia son continentes distantes.
Un Mar Muerto y el apellido de mi
madre.
Fue un sábado.
Ojalá esa noche nos hubiera matado la misma
sustancia.
Ojalá nos hubiera embestido
cualquier transporte en alguna de esas mañanas.
Ojalá en conjunto, nunca por
aparte.
Desde que no entiendo nada, de
vivir no doy alarde.
No sé a qué cementerio llevarle
flores, pero si supiera, le llevaría poemas, y se los leería cuando le asuste
estar bajo tierra.
Tomaría una siesta al lado de su
epitafio y le haría berrinches por dejarme ir sola a casa, por no abrazarme
cuando le tengo miedo al presagio.
Le tendría una pileta de libros y
una cerveza europea.
Pero no sé a qué cementerio
llevarle una lemniscata.
Y mi alma, mi alma tomó cualquier
escalinata.
Tengo un Camel en la boca, una cerveza gringa
asquerosa y libros sin empezar.
Las pantuflas puestas, Monochrome
revolviéndome tanta violencia y su nombre zigzagueando a destiempo y sin
vergüenza.
Tengo unas ganas desmesuradas de
gritarle a la vida y tres botellas, esperando ser bebidas.
Criptomnesia, puta criptomnesia.
*Criptomnesia: Memoria oculta.
*Criptomnesia: Memoria oculta.
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