viernes, 15 de enero de 2016

Criptomnesia


Era sábado, la muerte tiene dos partes.

No gané de noche, no gané de día. Pero fue mía por las mañanas y a media tarde.

Y en las madrugadas, yo fui de ella, admito que le permitía con recelo, resguardarme.

Fue mía la desgracia adjudicada como atragante.

Vaciladora utopía realizable.

No, no me apetece, pero fue un encuentro de deidades.

Me corto las manos en el after de escribirle al desastre.

Me corto los cortometrajes que se pasean turbulentos y aspirantes.

Me desmembró  en mi cama y le tengo miedo.

Me encendió la luz y me la apagó justo cuando empezaba a entender el trayecto.

La altanería es una barbaridad, las calles de diferencia son continentes distantes.

Un Mar Muerto y el apellido de mi madre.

Fue un sábado.

Ojalá esa noche nos hubiera matado la misma sustancia.

Ojalá nos hubiera embestido cualquier transporte en alguna de esas mañanas.

Ojalá en conjunto, nunca por aparte.

Desde que no entiendo nada, de vivir no doy alarde.

No sé a qué cementerio llevarle flores, pero si supiera, le llevaría poemas, y se los leería cuando le asuste estar bajo tierra.

Tomaría una siesta al lado de su epitafio y le haría berrinches por dejarme ir sola a casa, por no abrazarme cuando le tengo miedo al presagio.

Le tendría una pileta de libros y una cerveza europea.

Pero no sé a qué cementerio llevarle una lemniscata.

Y mi alma, mi alma tomó cualquier escalinata.

Tengo un Camel en la boca, una cerveza gringa asquerosa y libros sin empezar.

Las pantuflas puestas, Monochrome revolviéndome tanta violencia y su nombre zigzagueando a destiempo y sin vergüenza.

Tengo unas ganas desmesuradas de gritarle a la vida y tres botellas, esperando ser bebidas.

Criptomnesia, puta criptomnesia. 


*Criptomnesia: Memoria oculta. 

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