A las manos
les falta la espalda, al olfato ese olor, al riñón el licor, al colchón los
cuerpos y así consecutivamente. Hasta que se pierden las letras y la
mediocridad de pronto es una destreza, a todos nos enseñaron a asentir con la
cabeza.
El
capitalismo arrasa con el libro que no podés terminar de leer.
Los días
pasan y te quedás en la página 55, entonces todo explota y estás ahí, en la
misma frase retórica, odiando al mismo personaje, buscando finales, encuentros,
desconciertos. Buscándola a ella en un laberinto lleno de serpientes y
silencios.
La vida
camina, te levantás, vas a orinar a las dos de la mañana, te ves las ojeras en
el espejo.
Te
precipitás y te tomás un trago del vino que tenés abierto hace un mes, tu
habitación es una nube de humo y la constelación de tu cama ya no descifra a
Saturno, ni a tu forma tan extraña de querer.
Te volvés a
dormir.
Te despertás
y sos lo que sos, con todo y ojos rojos, con todo y rencor, con todo y el
exceso de consternación.
Te califican
por competencias y sin practicar, con shots de dignidad, aprendés a hablar. Lo
explicás todo tan minuciosamente, que quieren invertir nueve horas, en el mismo
lugar, con vos. Pero tenés atorado entre pecho y espalda el repertorio de
palabras que nunca pudiste articular. Terminás la última llamada y te vas. Te
querés extinguir. Fumás.
Nunca fuiste
valiente. Se te dificultan las tormentas. Te vas antes de tiempo. Sos un ser
tan efímero como perpetuo. Te duele por todas partes, pero te repetís de camino
al laburo, que todo irá bien. Ya qué.
2 comentarios:
Wow! Que intenso. Simplemente amé éstas líneas
Excelente como siempre usted ♥
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