Una mujer es cosa del destino y mi destino siempre desemboca en
sus caderas.
Directo al cerebro, nunca al corazón.
No logro apartarme del deseo de sucumbir ante el candor.
Una mujer es
destino y mi destino siempre acaba pidiéndome que le quite la ropa, que le
quite el tedio, la costumbre, la contradicción.
¿Cómo se puede volar mientras la emoción tiene los pies sobre la
tierra?
¿Cómo acertar si el único contra
de tenerla conmigo es que no tengo ningún pro?
La vida transcurre sin la sana
evolución de la pasión, la vida se estanca contrariada.
Me desentiendo completamente de
ilusiones y lamentos, le tengo tanto cuidado al tiempo.
La vivo, sin buscarlo ni intuirlo.
La muero, entre agitados bullicios.
Todas las drogas sobre la mesa, incluyéndola
a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario