jueves, 12 de noviembre de 2015

Yo que no soy de nadie


Me repetiría mil veces en tu espalda, con un fernet a medio terminar, con tus ojos volteados y tus piernas acelerándose hasta acabar.

Te repetiría mil veces en mis manos, preguntando, endureciendo, afirmando. Y bajo estas pestañas, un tango, uno ausente y bañado en tu partida, un tango que no suene tanto a despedida.

Nos duplicaría apasionadamente para que la noche nos alcance, para que la mañana no tenga prisa y pueda recorrerte artesanalmente, para tallar tus caderas en poesía y tu ingle en alevosía.

Te amaría a como amaría nuestro flamenco, a como amaría nuestros cuadros, nuestras plantas, nuestros encuentros. Te amaría adentro y afuera, por encima y de costado. Te amaría con la imperfecta devoción que me otorgaron los años de romances y presagios.

Olfatearía tus rincones en algún callejón de Sevilla, me incrustaría en tus ojos a media luz y aprendería a bailar las bulerías que querás bailar.

Despacio, no tengo afán, solamente unas ganas inflamables de tenerte una vez más.

Se me haría la boca agua mientras te miro aproximarte con mi whisky y tu sonrisa. Casi bella como nuestra verdad. Casi bella como tu avaricia. Casi bella como mis palabras de amor, nunca dichas.

Te aplaudiría la función y te mordería los labios a mi antojo y con el sabor amargo de mi enojo, perdonaría cada uno de tus despojos.

Te hablaría con mi castellano incandescente para que el tuyo se apropie de mi nombre y mis quehaceres, para que tus bragas negras sean siempre la bandera de nuestro espacio y mis letras te hagan mía hasta el ocaso.

Te llenaría los poros de arte y los domingos de vino, saborearía tu vientre y subiría triunfante a tu encuentro, entre sudores y Buenos Aires. Entre tu nombre gemido silábicamente y tu voz entrecortada cuestionando lo que estoy tocando.

Sería tuya, yo que no soy de nadie.

Te haría creer que el infierno es sólo nuestro y que allá tendremos mate. La vida sería una suave aventura y vos podrías ser lo que te dé la gana, podrías pasearte desnuda por casa con el café en una mano y en la otra mis suspiros atragantados.

Serías la diosa, la Venus, mi Galatea. Serías la dueña, la puta, la bohemia. Mi mujer, no la mujer de cualquiera.

Nos repetiría para que nunca sea demasiado tarde, te esperaría con la sidra servida, mientras las madrugadas de Valladolid nos arreglan el desastre.

Nos elevaría en forma de romance y te haría el amor en las orillas de una iglesia de Santiago, de Bogotá o Granada.

Pensarías en mi cada vez que tengás que ir al centro y tendríamos libros nuevos en la mesilla bañados de recuerdos.

Tendríamos la cena servida, el pan, tus labios, mis chistes malos y el queso. El jugo, la sandía, nuestras bocas sabiendo a cigarro y el exceso.

Nos repetiría veinticuatro/siete.

Y yo sería tuya, yo que no soy de nadie. 

jueves, 22 de octubre de 2015

Lo pluscuamperfecto y sus desaires.


"Y yo que declaré la guerra a quien nos separaba."


La noche es demasiado larga. Cuatro whiskys no son suficientes para desfallecer ante el cansancio y el vago recuerdo de cada fragancia. Hasta des/fallecer resulta ser todo un teorema. No me puedo sostener el alma y aunque me parezca terrible, nadie me espera.

Me recuerdo, me miro en el espejo y aunque no me reconozca, sé que soy yo, entre ojeras y baldosas flojas. Entre memorias, destiempo y desprecio. Entre carcajadas y cuerpos. Entre la ausencia que rebota inerte entre mis secuelas, mis padecimientos.

Recuerdo mis manos, juveniles, recorriendo la vida en caricias. Recuerdo mis manos, manos que ahora son la áspera avaricia y la maldición de todos mis amores a pasión, a desdicha.

Me recuerdo, pero no recuerdo exactamente cómo acercarme, estoy asustada todo el tiempo. Esta ciudad es terrible, mi amor, dentro de estas cuatro paredes soy un desastre.

Me recuerdo, la sonrisa matutina, los sueños, lo incontrolable.

Seguidamente, me sostengo la garganta para no ahogarme.

He leído demasiados libros, Sabines me enseñó que las personas salen a buscarse, pero Pessoa me aseguró que difícilmente llegan a encontrarse.

Las leyes gravitacionales me han jugado una pésima pasada, yo quería volar, pero resulta que el nueve coma ocho que no me dejaba elevarme, ahora no me permite levantarme.

Soy una parodia barata de un módico desgaste tectónico, soy la melancolía por todo el cuerpo y el ridículo acto circense al borde del desplomo.

Me recuerdo, me doy el derecho de llorarme y cuando se desmaraña un poco el ovillo, me lavo la cara y salgo a reclamarme entre multitudes, deseándome recuperable. 

Lo que escribo no se cuestiona, asumirme me convierte irreconciliable.

Esto es un infierno, a quemarropa y contra el arte. Lo que yo siento ni siquiera es descifrable.

Perdí y mi tristeza no es manipulable. 


Me despido, cariño, muita saudade. 

lunes, 28 de septiembre de 2015

¡Su orden está lista!


-    ¡La orden 69! ¡la orden 69 está lista!

Por supuesto, era la mía. Y yo con la mínima noción hice mofa de la situación.

Tomé mi comida. Me fui. Acababa de vivir la historia de mi vida, a veces soy un sesenta y nueve, otras veces, y a placer, un acordeón. Para evitar el cuestionamiento, me funciona mi aire inocentón, ese aire que se me quedó en cualquier colchón, en ese puto colchón que me quebró la espalda y me deshidrató.

Si me enamoro, al parecer también se me inunda el cerebro y no me reconozco en ningún rincón, sólo sobre las delicadas y atormentadas caderas de mi actual baja pasión.

Leí a Bukowski todo el día, sentí prieta la herida y húmeda la avería.

Quise volver, quise desalentarme lo suficiente como para disfrutar el sexo de reconciliación.

Quise todo el placer posible contra el ventanal de un rascacielos. Pero me encendí un cigarro. No hay nada con lo que quiera lidiar. No estoy inspirada, no busco musa ni dignidad.

A veces soy un sesenta y nueve, a veces soy un violín suicida y sin sazón.

Nunca me han gustado las medidas mientras cocino, lo que mi ojo diga, eso está bien. Nunca me han gustado las palabras en el amor, las conversaciones se vuelven demasiado curiosas y embusteras, yo prefiero besos y notitas en la nevera. Yo prefiero mis manos sobre su cuerpo de litera.

A veces soy un sesenta y nueve, a veces consumo analgésicos con cerveza.  Pero a veces, también, la amo la noche entera.  Nada que merezca.

El silencio es demasiado y los revolcones me dejan indispuesta. Creo que ya no tengo edad para sentimentalismos pero tampoco para hacerme la pendeja.

-        -   ¿La orden 69 es suya primor?

-        -    ¿Primor? 

Tomé mi comida, seguí divagando, pedí salsa media y guaro de contrabando. Llovía, llovía demasiado, yo sin voz y sin espasmos. Yo al borde de lo insano. Pidiendo a gritos que se apropiara de mí con su indiferencia de mierda y su delicia de antebrazos.

Mi orden estaba lista y la de ella también, puede consumirme de cualquier forma, puede inhalarme si le viene en gana y tragarme si le viene bien, puede retenerme en su lengua hasta que me diluya. Puede hacerme su tertulia y su polvo apresurado a las ocho menos treinta y seis.

A veces soy un sesenta y nueve, pero a veces, solamente a veces, ella también quiere volver. 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hemicraneal


"It looks ugly, but it's clean."

Voy a abrir la puerta despacio, hay demasiado miedo aquí adentro como para que yo, que te quiero tanto, me vista de coraza y juegue con todos esos fantasmillas que dejó tu infancia.

Voy a servir dos tragos, te quitaré esos zapatos altos y masajearé tus pies. No ha pasado un día en el que no desee que me hagás eso que me hacías en la rodilla, estirar tus dedos de biombo hasta generar cosquillas.

Voy a sacar los libros, voy a decir mis críticas y esperaré las tuyas, siempre más estructuradas que las mías. Me convertiré en la intelectual que siempre has querido que sea, me convertiré por un instante en un beso sabor a cigarrillo, en un amanecer, en una risa y en el trampolín que te recibe al final de nuestro propio precipicio.

Voy a ser yo, con mi tos de domingo y mi mirada sin alivio. Me ducharé media hora antes de que llegués. Apagaré la luz, pero si me asusto, la encendés. Me quebraré, pero si lloro demasiado, decíme por primera vez que todo va a estar bien.

Voy a citar a un par de nuestros escritores favoritos ya que no soy muy buena para hablar, te haré un bocadillo y te lo serviré con un beso en la frente. Te recordaré que nos conocimos en sitio equivocado y te llevaré a cualquier biblioteca para presentarme como lo que soy, o al menos, como lo que quiero ser.

Te diré que me soñé con vos y que no fueron pesadillas. También te diré que quería decirte algo pero que lo olvidé, sin embargo, me tomaré el trago aceleradamente y cuando me levante a servir otro, exclamaré que te extrañé.

Voy a mostrarte que ahora le pongo fecha y hora a todo lo que escribo, estornudaré y me quejaré diciéndote que este clima me tiene enferma, que en Maui nos iría bien. Presumiré diciéndote que manejo mi internet banking a como me lo pediste una y otra vez.

Te dejaré una nota con una metáfora estrepitosa, te abrazaré en mayúsculas, me pondré tu camisa favorita y si llueve, caminaremos bajo la lluvia. Con la luna no te ofrezco nada porque como vos y yo, apenas está empezando a crecer.

Y nos serviré otro trago, hasta que la sonrisa vuelva, hasta que la pena no nos invada la piel. Hasta que la guardia quede en el suelo y pueda decirte en voz baja, que este tiempo sin vos no me ha hecho tanto bien y te pediré que matemos al osito de peluche de Taiwán porque con o sin dulce de leche, no te quiero lejos, nunca más, meine schatz. 

sábado, 19 de septiembre de 2015

My apologies



"Agarra una buena máquina de escribir 
y mientras los pasos van y vienen más allá de tu ventana 
dale duro a esa cosa, 
dale duro."
Charles Bukowski


Justamente cuando acabó la función, sin protocolo y sin dominio, descubrí que mi alma estaba hecha un orificio, caminé dos pasos y quise regresarme diez, a iniciar de nuevo la puesta en escena.

Regresarme con la humildad que implica evolucionar. Regresarme y darle una trompada al cigarrillo de las ocho y quince de la mañana, al excesivo parafrasear.

No quería quedarme sin los aplausos y el artificio de un segundo de gloria, para acallar al lúcido sacrificio, al triunfo de la pena. Pero que coma mierda la victoria. Conseguirla me ha dejado en coma.
 
Lo dejé así, me fui, tiré todas las puertas y me retiré a olvidarme de mí.

Hacía frío en el andén.

Pronto es octubre y este clima de diciembre a nadie le hace bien.

Los celajes con su ateo candor, la guirnaldas y ese exceso de color, el prematuro villancico de fondo, aunque yo siempre prefiera un bandoneón.

Las manos a menos tres grados, la travesía absurda de una masa gris acelerada y un corazón tan antiguo como los poemas en servilletas, tan in/significante como cada martes de faldas y desaires.

Mesa para uno, vino para diez. Aquel libro que nunca acabaré. Y esa cancioncilla en francés.

No deberías probarme, estoy amarga. Ustedeo cómodamente y en voz alta.

Rechacé la cómoda y adolescente afición de reír a carcajadas para que parezca que todo macha gustosamente bien. La vi a los ojos y al hablarme de mis goteras, supo que yo llevaba las goteras en los ojos.

¡Vaya despojo!

Sin embargo, me pidió que le escribiera, y aquí me tiene, ella, relatándole mi última caída, mientras me siente verdaderamente incolora. Mientras se queda sabiendo que aquí hay pérdida total, que no hay reparación que me logre armar.

Ella se queda porque sabe que estoy más viva de la cuenta.

Se queda, porque sabe que a la brevedad, con mis demonios en la espalda, vamos a brindar. Le repito que a la magia a veces un precipicio le cae bien, que se ve guapa, que me disculpe por no saber ser.

Que mañana será un nuevo día y que yo como siempre, no sabré qué hacer.

Tres besos en la frente, mi sentido del olfato y todo mi pícaro desdén. 

jueves, 3 de septiembre de 2015

Goteras.


Parte ll

No sé cómo explicarlo, sin embargo, estoy segura de que el nuevo escritor latinoamericano se sujeta los genitales mientras invoca a su musa. Quisiera a ratos, que follaramos a como un poeta contemporáneo lo describe, lento. De pronto no nos aburrimos, de pronto y hasta tengo talento.

Porque es cierto, los orgasmos muchas veces son como monólogos nazis, como eso de venirme a medias, encender un cigarrillo y decir que lo lamento, que necesito tiempo. Aunque en realidad preferiría decir la verdad, atarme los zapatos y susurrar en voz baja que no estás, que alguna partícula de mí, está sufriendo. Y no tengo argumento alguno ante eso.

Porque es mentira, eso de los tornillos, los clavos, los litros gastados y los porros fumados, son solamente la simple excusa de alguien de mediana edad, que se la vive/muere satisfaciendo su resto de inocencia y su sabrosa experiencia, remojada en una supuesta maldad. La gente nunca tiene clemencia, la gente habla por hablar.

Los poetas de mi época hablan mucho de París, de sus gin tonic, de la musa que falla pero también folla y de la pobre novia de fulanita, la que me lleve a la cama con la certeza absoluta de que ni a ella ni a mí nos amaba. Si la vida no me da emociones, me da manjares y yo he aprendido a sacrificarme. Yo no quiero saber de la novia, tampoco me interesa agradarle.

No sé cómo explicarlo, pero yo no entiendo cómo es que la gente pasa de la cama a un cuadrilátero, ni tampoco concibo cómo es que unos ojos que me compararon con el infinito, hayan caído en la vana necesidad de despreciar lo que no se logra odiar. Yo no entiendo nada, entonces, sin mayor apego a mis pulmones, me detengo en cualquier rincón a fumar.

Hagamos una pausa, busquemos un callejón, démonos un beso sumergido en vino tinto y hagamos el amor a la intemperie. Si te falta lo contemporáneo mi amor, te ofrezco sexo cibernético a las catorce con veintidós y hasta te envío un attachment para que me des calificación.

Yo nunca sé cómo hablar, amanecí demasiado cansada y para empeorarlo todo, miro a la izquierda y no estás, las cortinas están intactas y yo sigo borracha, mi ropa es de pronto, la alfombra del lugar. Pero es cierto, tengo que ser contemporánea, tengo que contarles a todos que el amor es una infamia y que me desperté menos cobarde y más optimista. Tengo que ser muy del siglo veintiuno y mencionar a mi psicóloga, pero no lo soy y le reclamo al infierno el hecho de que a media noche nunca me aparezca Freud.

Tengo una sangría abierta y un porro del tamaño de mis sueños, no tengo interés en escribir algo diferente a eso, de lo poco que tengo al menos sé que me tengo por completo, sé también que me resguardo en los obeliscos de los bares de San Pedro. Y a mí no me da vergüenza, porque si no tuviera este corazón, tampoco tendría letras.

Yo soy esto, goteras. Y cuando estás cerca soy un manantial de deseo y resiliencia. Mis personalidades me lloran, no me lo pueden perdonar. No tengo ganas de volar.

Los contemporáneos me la sudan, yo tengo una verdad considerablemente cruda. Y es una dicha tener aunque sea una verdad, porque la vida en blanco y negro siempre me ha contraído aceleradamente y sin cesar.

domingo, 2 de agosto de 2015

Goteras.




Parte I

Las palabras me fluyeron como partículas inútiles saliendo de una gotera. Mi musa se arrastraba agonizante por cualquier frontera.

La mujer de caderas afiladas y amor de centinela se me desvanecía inadvertida, en una noche de luna llena.

Mientras se suprimía, la magia me empujaba a convertirla en astro, porque en estas épocas, para nada me sirve una doncella.

La hice eterna entre frases, ya no sabía dirigirme a ella entre prosas y quimeras:

Te ves increíble en mi abrazo. La supervivencia se manifiesta inalterable cuando mis manos recorren tu espalda inefable y tus glúteos de retazo.

Tus gemidos son lamentos de dios en plena guerra. Son la colonización indiscriminada de mis fluídos y mis brechas.

El Hades se complacerá de verte derretida en mi celebración estrecha.

Sos la vida y la vida es mi más triste consecuencia.

Ojalá supieras que en contra de mí misma, aquella noche de venganza no me respondieron las piernas.

Te sentís tan viva que vas a fulminarme con una dosis letal de intransigencia.

Me resbalo en vos mientras me trepan tus destellos de bohemia.

Seamos arte abstracto al borde de la revolución, por ejemplo, tus senos asfixiantes aterrizando en mi cuello, justo en ese instante, en el que tu nombre se proclama propietario de mis explosiones, de mis ahogos más secretos.

Quiero desembocar en tu empapada y expandida represa.

Si lo lográs despacio, me quedo la noche entera, hasta que sudemos por completo la desgracia de tenernos a millas de afonía y a centímetros de verbena.

Si rebotás incandescente en mi pecho, te recibirán todas las paredes de la habitación donde perdiste la vergüenza.

Te espero a las dieciocho menos cinco en cualquier rincón, tus bragas serán el premio y no de consolación. Humedezcamos la desolación.

Repetí mi nombre las veces que sean necesarias, hasta que se convierta en suplica. Hasta que te queden claras cada una de sus letras y las cinco te penetren innumerables veces ablandando la amargura y endureciendo aceleradamente mi estructura de suicida y de perpetua.

Y mi cara, donde querás, para que al finalizar la faena te podás saborear en mi boca y así envenenarte, agitadamente, de vos, de mí, de esta sabrosa ambigüedad. Una y otra, y una vez más.

Goteras, exceso de goteras, hasta que te empecés a derramar, hasta que un reguero de poesía no nos permita dar nunca más, marcha atrás

jueves, 2 de julio de 2015

A pasos y a pesares.


"Her beauty and the moonlight overthrew ya
Oh she tied you to a kitchen chair
She broke your throne and cut your hair
And from your lips she drew Hallelujah"


Podés permitirme emocionarme con esta intempestiva despedida.

Emocionarme y a destiempo por los cráteres, por el insaciable encuentro, por tus pupilas traspasando las mías como el acto más honesto.

Por el shock, por la emergencia, por el tormento.

Emocionarme por esa alegría tuya que desconocía y esta arrebatada pubertad que nos hizo dispararle a la epifanía, a las teorías, al tabú y a la multitud expectante de habladurías.

Emocionarme porque comprobamos lo efímeras que son las almas cuando se encienden las luces, mientras los cuerpos se acribillan a mordiscos y se nublan al instante, a pataleadas desahuciadas.

Emocionarme por todos los pasos que nos hicieron llegar a la desembocadura absurda de un falso padecimiento, provocado por terceros.

Emocionarme insatisfecha por tus pasos manifestándose ante mis silencios. Por la cobardía mutua a la hora de protegernos.

Quisiera llorarte, emocionada y enaltecida por saberte en vida. Por la inútil desgracia que nos concedió nuestra propia sinfonía. Sinfonía que nos respondió absurda y desagradecida.

Emocionarme por entrar en tus brazos, por provocar tus carcajadas matutinas. Por haber alcanzado sin noción la conspiración humana, la belleza y el honor. Y a vista ajena, la inmundicia.

Emocionarme por la inocencia inminente, por el susto, por todo aquello sabido y saboreado, por todas las monedas tiradas al aire, sin suerte.

Emocionarme por  tu mano que inadvertidamente se enredaba con mis labios, por tu estrofa que se fundió salvajemente con mi prosa.

Tenés que permitirme este adiós y este intenso hielo, no te reconozco siendo mortal y no tengo que adaptarme al fallecimiento interno.

Y si me ven con los ojos inundados, no siento vergüenza, porque aún siendo una puta también he sido una dama sin espuela. Porque a mí me duele y te fuiste, pero si no lo hubieras hecho, de pronto sería yo la creadora del crimen.

Tenés que dejarme emocionarme, brindar a tu salud, despreciarte y pasarme de tragos. Dejarme caminar por las avenidas, escribirte quinientos borradores y extrañarte bajo los aguaceros de cualquier capital y en cualquier noche enardecida.

Emocionarme por la decepción, pero a la vez, agradecerle al envejecimiento prematuro. Por haberme concedido la pureza de intentarlo muchas veces por primera vez, por acercarme desarmada a un sitio donde sabía que iba a perder. Por darme la humildad para pedir perdón sin culpa, por hacerme bajar la guardia. Por aprender que no me da igual que te vayás, justo cuando pensé que no me quedaban ganas de luchar. 

Emocionarme por haber sido más amiga que mujer, más amante que infame, más a la antigua para que todo tuviera un poco de poesía, menos contemporánea para que el vino tuviera más encanto que los shots de madrugada.

Emocionarme porque antes de marchar abrí mis cavidades recónditas e inconstantes, para salvarnos, para repetirnos que todo iba a estar bien, porque a la larga lo indispensable era simple y sencillamente adorarnos, perpetuarnos y rescatarnos del naufragio, rescatarnos de este insondable acantilado. 

domingo, 14 de junio de 2015

The reader



¿Te acordás de la primera vez que me leíste?

Yo sí. Tenías en los labios esa saliva que brota de las conversaciones bien gesticuladas. Tenías aquel sabor a biblia en la espalda y aquel aroma a bienvenida que nos encanta, una sonrisa de café con leche y dos de azúcar. Y esas orejas tuyas, irresistiblemente gratinadas.

¿Te acordás de la primera vez que nos sentimos?

Yo sí. Tenías una melancolía disfrazada de armadura y las caderas como siempre, inoportunas. Tenías un par de versos impresionantes en el escote y tus improvisados retoques para sentirte la dueña de la noche. Yo dejaba de sentirme mía y te correspondía el derroche.

¿Te acordás de la primera vez que te escribí?

Yo sí. Hablaste de mi musa, de su fortuna, de sus ataduras. Te sentiste ofendida al pensar que le escribía a otra. Yo me hice la muda y te fingí estar afónica. Te abracé por la espalda y te llené la mesa de copas.

Tuvimos incontables problemas gravitacionales, pero si no eran tus alas eran las mías, si no eran tus dientes eran mis manos, si no era mi vulgaridad era tu insinuación, si no eras vos era yo, pero sin lugar a dudas ardían los pabellones y se enaltecían las constelaciones.

Te veías tan linda tarareándome canciones, me veía tan yo viviéndote entre artísticas pasiones.  

Nos veíamos profundamente y sin contradicciones.

La fiesta continuaba al bajar los telones.

El otro día olí tu perfume por la calle y recordé cuando te dije que cuando era feliz no podía escribir.

¡Ya sabrás por donde anda la cosa!

Olí tu perfume por la calle y llené un blog de notas con lo buena que soy perdiendo, pero también, con lo feliz que me hacía adorarte.

Últimamente me han parecido un poco más espaciosos los rincones, los libros se me caen debajo de la cama cuando me quedo dormida sentada, no suenan violines ni corazones.

Los parques están constantemente húmedos por la lluvia, pisar hojas secas y soñar parece estar sobrevalorado en esta época del año.

Sin embargo, hago lo mejor que puedo, no tengo que repetirte lo poco suicida que soy, pero hay muchos asesinos de canciones allá afuera. Estoy un poco indefensa y se me ha ido olvidando la forma en la que me decías que era eterna.

En fin, se me hace tarde. Siento la imperiosa necesidad de escaparme.

Deseo escurrirme, ignorar la escalinata y encontrarte. Pero en la pesadilla suelo atragantarme antes de llamarte, en la pesadilla sigo siendo delicadamente inalcanzable.  

jueves, 11 de junio de 2015

Je suis


Soy la música, las luces, los tragos.
Soy la única bala de la ruleta rusa, la saeta, la intimidad.
Soy el exceso, el parque de diversiones, la imaginación.
Soy el secreto, el siniestro, el silencio.
Soy la ejemplificación perfecta del destiempo, con un orgasmo a tiempo.
Soy las bragas por el suelo y la vergüenza perdiéndose por completo.
Soy el cover y el soundtrack de la mejor historia de destierro.
Soy la sorpresa inefable y el movimiento perfecto.
Soy la tercera guerra mundial disfrazada de mujer.
Soy mi mujer, su mujer, la mujer.
Soy la maldición generacional y el manjar de año nuevo.
Soy las copas de vino del veinticuatro de diciembre y el desayuno del día siguiente.
Soy la pipa cargada after sex y la resolução del placer. 
Soy la sangre en sus venas, el palpitar entre sus piernas.
Soy el cóctel de bienvenida, la curita temporal para cualquier herida.
Soy la dulce ambigüedad y el comentario fuera de lugar.
Soy la carcajada satisfecha y la caricia en las caderas.
Soy el padecimiento que se oculta y el amor en constante fuga.
Soy el tacto, el oído y el trampolín que convierte en seguridades sus dudas.
Soy el poemario y la taza de café.
Soy los zapatos de quien me pidió quedarme y se fue.
Soy la fiesta insatisfecha hasta el amanecer.
Soy el camel suave que ilumina la habitación a las cuatro menos diez.
Soy la tristeza en los ojos y la desgracia en constante remojo.
Soy el olor a licor que brota de sus poros y el súbito reojo.
Soy entre líneas y contra paredes.
Soy el nombre que no se dice porque se gime.
Soy la quimioterapia ante los complejos y el guión de despedida del mejor libreto.
Soy la cómplice, la víctima, la villana, la asesina, la niña.
Soy la amalgama de emociones y el corazón palpitante en todos los rincones.
Soy el pasatiempo, la inanición, la desesperación.
Soy el cognac y el habano a medio terminar.
Soy las alas y la caída libre, el giro de trescientos sesenta grados, el crimen.
Soy el nunca más y el para siempre.
Soy viernes siete días a la semana y a veces domingo, si conviene.
Soy Oliverio, Horacio y Sade. Soy Frida, la Maga y Avellaneda.
Soy la puta y tengo pinceladas de María Magdalena.
Soy le poemario de Benedetti en el botiquín del baño.
Soy pasajera, tan pasajera que soy eterna.
Soy efímera, tan efímera que soy inolvidable.
Soy imperfecta, tan imperfecta que soy perfecta, sin imagen ni semejanza.
Soy lo que brota y se lamenta entre sus entrañas y sus pestañas.
Soy sin permanencias, sin huídas, sin bienvenidas, sin bienaventuranzas.

domingo, 24 de mayo de 2015

Milky Way



"And tell me, did Venus blow your mind?
Was it everything you wanted to find?
And did you miss me while you were looking for yourself out there?"



Deténganse un momento.

Miren fijamente, como yo, a la mujer que va del lado de la ventana. Contengan la respiración, abrochen sus cinturones de seguridad y por favor, observen como ella abre un libro de Cortázar.

Ahora, olviden los treinta mil pies y noten como subraya con su lápiz de ojos los altibajos de la Maga y para mejorarlo, hace todo eso con las piernas cruzadas.

Yo, me sirvo el jugo, escuchando de lejos como me dice “amor, vos le pondrías un poco de agua”.

Aguardando por horas su llegada a mi encuentro, para que se acomode en mis brazos, me pida que la levante para que le suene la espalda y nos fundamos por un momento en la tranquilidad de los retornos sinceros.

No le miren las ojeras ni el gesto de pocas palabras, a ella no le gusta madrugar, a ella le atrae hibernar y reincorporarse descalza, despeinada y con una sonrisa de aurora boreal.

La conocí en Europa, en una Europa más lejana. Mientras Júpiter jugaba al escondite con Saturno. Era un día que pecaba por verse acongojado, yo me tomaba un trago y seguidamente la vi a ella, arremangada a la tarde y sus desahucios.

Tragos, limones, sal y la música a un volumen irracional. Cáncer hasta el cansancio, junios acumulados y millas mal gastadas. Yo, por mi parte, aprendiendo de ausencias y despilfarrando mi vida en borracheras nefastas que abrían puertas de intransigencia.

Aprendí a conocerle la mayoría de los gestos, cuando ríe, cuando llora, cuando es torpe, cuando habla, cuando está ebria y cuando finge estar enojada. Cuando entiende, cuando ignora y cuando no tiene ni la más mínima intención de ser escuchada. Y el más importante, cuando necesita desinteresadamente ser amada.

Fuimos una supernova de emociones y risas, de poesía y listas de reproducción, fuimos al instante complicidad y desastre. Fuimos veintiocho de noviembre en la historia del universo, justamente cuando nació la primera flor sobre la Tierra. Nos convertimos en propietarias de los cuarenta y tres trillones de estrellas que nos correspondían individualmente. Y nos alojamos en el lugar que nos dio la gana, adentro de una burbuja situada en Milky Way, a pocas miradas luz de Andrómeda.

Deténganse un momento.

Observen ahora, como cierra el libro y se dispone a su trámite de aduanas. Apurada. Pestañeando en exceso, aburrida del proceso. Con suspiros de agotamiento entre espalda y pecho. Mordiéndose los labios y acomodando los papeles, sin orden y a destiempo.

La espera acaba y llega a casa. Entra luz por todas las ventanas. La alegría se cuela por la botella de vodka descorchada, habla sin tapujos y se siente confiada en repetirme treinta veces por segundo “te extrañaba”, los pasillos nuevamente huelen a crème brûlée, la cena le sabe a gloria y nos embriagamos de historias.
 
No hace falta utopizar, aprendimos a crear y sublimar, aprendimos a derretirnos como cometas ingresando a la atmósfera, vivimos de adornar con astros nuestras derrotas.

Somos multiverso, somos la diatriba contra la gravedad, somos el murmullo ancestral que divaga en la paralela ambigüedad. Somos nuestro propio y revolucionado Big Bang.

jueves, 30 de abril de 2015

Katastrophe





Ella quiso un romance con mi yo superior y cuando se encontró un organismo en construcción, dio dos pasos al frente, palpó y sintió, hasta que me desvaneció.

Seguidamente, me mostró un lado de la llanura que tiene por espalda, uno que nunca logré acariciar, refutó y se marchó.

Y está bien, yo quedé muda, sin embargo, ella quedó ciega. La peor parte, fue la visión múltiple que me ofreció, ahora puedo ver atrocidades y aunque me cubra los ojos, en tremendo genocidio estoy yo.
 
Callar mis letras a partir de este instante, callarme yo. Callar a la bestia y guardarla debajo del colchón.

El problema de que hoy sea un nuevo día es, que los días siguen pasando y ya el silencio me abarrotó. Ya lo que piense, sienta o considere como real, se ultrajó. No a puntos medios, a puntos donde se sonsacó la magia inmortal hasta convertirla en error.

Prefiero asentir con la cabeza y decir que el universo tiene razón, aunque a veces la razón esté de este lado del cuadrilátero, donde no hay golpes, donde no hay ningún camino ajustable a una circunvalación, donde no se busca remuneración.

Censurada hasta el cansancio, atragantada en mi propio caos, sintiéndome culpable de dejar fluir el arte, de haber cambiado un taller de literatura por las mil imágenes independientes creadas, que ahora se declaman como desastre, como resultado de una mala vida o una mala jornada.

No estoy de acuerdo con las definiciones mortales, no nací para esto, no calzo.

Yo prefiero un escenario de cine franco/español, donde se tira la chinga en el lavabo para acariciar la salvación. Donde el sabor a cigarro en los labios es un manjar. Donde se puede ver más allá del horizonte sin tener que abordar un avión. Donde el amanecer y el sudor son superiores a una larga explicación.

Mi mayor pecado ha sido el tiempo a destiempo, no he logrado coordinar mi reloj de arena con tantos sueños. Soy una fiesta, pero, celebrar no es tan interesante como hacer una tregua con los pasados suicidas, con la escasez de instantes de dicha.

Mi mayor pecado fue el silencio, quedarme muda es el peor de mis padecimientos. Pero las palabras no son necesarias cuando se llena una casa de libros, cuando se es fiel hasta el desconocimiento.

Las palabras no son necesarias, aunque en realidad mis diatribas se centren en mi incapacidad de ofrecer primaveras, porque a la larga todo termina en un terrible cierre, en una ida directa al infierno antes de que cualquier cosa queme.

La mínima inocencia se esfumó y sin pena ni gloria, el destino se burló.

Yo me retiro insatisfecha, la gravedad y yo no tenemos la mínima razón en tiempos en los que volar se convierte en contradicción, en tiempos en los que un trago del mejor de los licores ahogó.