Soy la herida, de pies a cabeza. La herida que merienda
tormentas y aprende a vivir sin poder ser, sin perderse y desaparecer.
Soy la herida en almíbar, soy la musa de mujeres que escriben
de vez en mes.
Soy la herida que recién duchada reparte besos, versos que
saben a whisky y a placer.
Soy la herida muriendo a carcajadas, soy un buen chiste con
un triste ayer.
Soy mis musas, llorando en un rincón, soy el mejor de sus amores
transformado en destiempo y desacierto.
Soy la herida
capitalizada y bohemia, que transforma caderas en poemas, que se inventa
sobrenombres sin destreza. La herida que se empeña en calzar nueve horas al día,
a veces diez.
Soy la herida, también soy tu sonrisa, esa sonrisa tuya, con
la boca entreabierta y esos ojos de querer.
Soy la herida, también soy la nostalgia que te corre por las
venas. Tu mala mujer. Tu menester.
Soy la herida, también soy el bolero de tus sueños, sueños
satanizados, sin embargo, recurrentes.
Soy la herida, pero también soy abril, también soy una
cancioncita mexicana y una cerveza colombiana.
Soy la herida, en tu boca, soy maldad con sutileza, un
champagne francés que cayó por el balcón de tu inocencia.
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